BCCCAP00000000000000000000769

66 E. RIVERA DE VENTOSA los puros filósofos 119 • Y no se lo pregunta porque se lo da vivencialmente resuelto su experiencia concreta por la siente el desarrollo vital de los seres. Es en este momento cuando el místico ve a Dios de un modo posi– tivo. Y la nota más positiva, la que mejor lo define es el Amor, que se irradia por la creación entera. Una frase resume esta visión bergsoniana del místico: La Création lui apparaítra comme une entreprise de Dieu pour créer des créateurs, pour s'adjoindre des etres dignes de son amour 120 • Si a esta frase añadimos esta otra en la que se afirma: c'est l'homme qui est la raison d'étre de la vie sur notre planete m, nos será muy ase– quible poder captar toda la hondura de la antropología bergsoniana en esta cumbre en la que el hombre se halla frente al Ser. Los críticos de Bergson han discutido mucho el valor filosófico de este ascenso bergsoniano a la Divinidad. Dejamos a ellos el hacer esta crítica. En nuestro estudio comparativo nos interesa más bien examinar las con– vergencias y divergencias con San Buenaventura. La convergencia máxima que advertimos consiste en que ambos elimi– nan radicalmente el antropocentrismo. El hombre se halla siempre camino de Dios. Y en Dios tiene su centro de convergencia. Un itinerario seme– jante tiene que recorrer el espíritu humano según uno y otro pensador. La divergencia fundamental se halla en que Bergson no separa suficien– temente el factor biológico del factor propiamente espiritual y humano. En segundo lugar, Bergson funda exclusivamente su reflexión filosófica en la experiencia. Añade que se trata de una experiencia integral. Pero por muy integral que esta sea, late siempre en ella un peligro de empirismo, aunque sea de tipo místico, como ya se le ha reprochado. San Buenaventura, además de místico, es un metafísico de cepa clási– ca. Y si utiliza, y no en pequeña dosis, la experiencia íntima como Bergson, sabe elevarse igualmente por los principios ontológicos hasta la suprema realidad. Y desde ella interpretar todas las relaciones y conexiones del cos– mos. La frigidez que Bergson atribuye al Dios de la metafísica clásica no llega a enfriar al Dios de este pensador cristiano. Precisamente, y en total oposición en este caso con Bergson, en la teoría de las Ideas halla San Buenaventura la clave de las relaciones metafísicas entre Dios y el espí– ritu humano, preanuncio de los sacros ardores místicos. Los capítulos quin– to y sexto del ltinerarium son una de las cumbres de la metafísica huma- 119 M. Heidegger abre su obra, Introducción a la metafísica, trad. esp. (Buenos Aires 1956) con estas palabras: ¿Por qué es en general el ente y no más bien la nada? Esta pregunta se hace tema central del libro. Ya Leibniz se la había hecho y había dado una respuesta mejor que la de Heidegger. El pensamiento discursivo se la seguirá siempre haciendo. La novedad de Bergson consiste en que el místico no se la puede hacer porque la tiene vivencia/mente resuelta. 120 'Les deux sources', Oeuvres, 1192. W o. Y l. cit.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz