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SAN BUENAVENTURA Y HENRI BERGSON 65 tente de la inmensa energía cósmica, llamadas mil veces por Bergson l'élan vital. Esta energía cósmica es para Bergson objeto de una doble experiencia: la filosófica y la mística. La filosófica le dice que hay una doble acción en el cosmos. Una se deshace en lo puramente fáctico, que cristaliza en ma– teria. Es el objeto de la ciencia que estudia lo material y sujeto a leyes. La otra acción se hace o se realiza en lo imprevisible y creador. Esta se– gunda acción es la propia del espíritu. El hombre, espíritu en materia, puede seguir una u otra. Podemos ser artesanos, manipuladores de materia, o artistas, creadores de invenciones geniales. Por desdicha, comenta Berg– son, la mayor parte de las veces somos artesanos. Y sólo en algunas oca– siones artistas. Correlativamente a la doble actitud que puede tomar el espíritu huma– no, como artesano o como artista, se da una doble interpretación de Dios. Se le puede transformar en cosa, en algo hecho y acabado, en algo inmu– table y eterno. Así interpretó a Dios, según Bergson, la filosofía griega en sus máximos representantes, Platón y Aristóteles. La clave de esta inter– pretación la señala Bergson en el falso supuesto de que sobre la realidad sensible se da otra realidad inmutable, modelo de las cosas que se cambian y se transforman. Este ser modélico es Dios. Rechaza Bergson a este Dios frígido y absurdamente separado de la realidad, que es siempre algo cambiante y creadora. Dios no tiene nada que se halle hecho del todo, pues Dios es vida incesante, acción y libertad. Es entonces, a la luz de esta visión dinámica de la divinidad, cuando la creación deja de ser un misterio, porque la vivimos y experimentamos en nosotros mismos 117 • Esta realidad divina, que ya se muestra en su dinamismo al análisis filosófico de la propia conciencia, se hace vivencia íntegra y claridad plena en el misticismo. Bergson utiliza aquí una palabra parecida a la segunda nota que hemos hallado en San Buenaventura: la déification définitive 118 • A esta deificación van subiendo los místicos por una serie de estados, dice Bergson. Pueden variar éstos de unos místicos a otros. En todo caso, la ruta recorrida es siempre la misma, aunque las estaciones sean algo dis– tintas. Siempre el término de esta ruta es la intuición del Ser con el que ellos se sienten en comunión. Para Bergson el alma mística tiene el gran privilegio de poder tener experiencia inmediata del principio de la vida. Esta experiencia, que es el punto más alto que alcanza l'élan vital, inserta al espíritu humano dentro de la primera y más profunda corriente de la vida. El místico no se pre– gunta entonces por qué existe algo y no más bien la nada, como han hecho 5 117 'La pensée et le mouvant', Oeuvres, 1331. 118 'Les deux sources', Oeuvres, 1184.

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