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SAN BUENAVENTURA Y HENRI BERGSON Sí Podría todavía encuadrarse esta maravillosa descripción en un esque– ma meramente cognoscitivo. Pero traicionaríamos el pensamiento de Bergson si nos paráramos aquí. Según él el alma del gran místico no se para en el éxtasis como si fuera éste el término de su viaje. Si Dios es pre– sente y su alegría está colmada, esto le impele a una acción plena en la que Bergson ve lo que él llama mysticisme comp1et 88 • L'élan vital alza su ritmo en la actuación por la que el alma mística se vincula a la acción di– vina. El alma, que en este estado es al mismo tiempo activa y pasiva, agissante et agie, llega a una situación tan feliz que la liberté co"incide avec la liberté divine 89 • Bergson llama en este momento a los místicos adjutores Dei. Y comenta: Patients par rapport a Dieu, agents par rapport aux hommes 90 • Sólo estos cooperadores de Dios han llegado en la irradiación de su acción al genuino amor a la humanidad, rompiendo los círculos concén– tricos de familia y patria que, por muy nobles que sean, no abren el espí– ritu al abrazo en el que todos nos sentimos unos. Sólo de los santos, con– cluye Bergson, brota l'amour mystique de l'humanité 91 • Al llegar aquí podemos volver la vista atrás para comparar esta des– cripción con la que nos ha ofrecido San Buenaventura. Advertimos al ins– tante pobreza y enriquecimiento. Pobreza en el análisis del acto mismo de la intuición mística. Bergson apenas toca la imbricación que en elia tiene lugar entre la potencia cognoscitiva y afectiva. Tampoco aclara el 'objeto de la misma. Sin embargo, Bergson enriquece el tema desde la vertiente de la acción, vinculada al estado místico. Pero en esta valoración de la acción dentro del estado místico, advertimos una diferencia notable con San Buenaven– tura. Este ve en la acción una redundancia de la contemplación. No un elemento esencial a la misma 92 • Por el contrario, Bergson ve en la acción algo esencial al mismo misticismo en cuanto significa la colaboración con el espíritu vital, que es el mismo Dios, en las faenas creadoras de la vida. L'élan vital da en el místico sus máximas pulsaciones. La vida llega a su gran día de fiesta. San Buenaventura vería en este cuadro, sugestivo desde una visión meramente naturalista del misticismo, un peligro de falsificar la auténtica mística cristiana. Esta es primaria y esencialmente una comunión del alma con Dios para ser luego comunión con los hermanos, hijos de Dios, en el esfuerzo creador hacia metas siempre más altas. 88 o. cit., 1171. 89 O. cit., 1172. no o. cit., 1175. 91 o. cit., 1174. 92 Cf. B. Aperribay, 'La vida activa y contemplativa según San Buenaventura', Verdad y Vida 2 (1944) 655-89.

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