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SAN BUENAVENTURA Y HENRI BERGSON 55 En este momento la oposición entre· San Buenaventura y Bergson es medular. Aquel opina que la doctrina de las Ideas es la clave de la ver– dadera metafísica y que la intuición de las mismas es la raíz de todo co– nocimiento cierto. Bergson, por el contrario, las juzga incapaces de ser ob– jeto de intuición, pues son un mero producto de la inteligencia al servicio de nuestra facultad fabulizadora. No sólo no son clave para la metafísica, sino que la metafísica es radicalmente imposible por la vía de las ideas. Esta actitud bergsoniana dio motivo a una fricción dura entre Bergson y los defensores de la metafísica clásica. Estos llegaron a acusar a Bergson de panteísta dinámico. Nada parece más lejano del espíritu de Bergson que el panteísmo. Y sin embargo, su concepción de l'élan vital, como la fuerza cósmica de la que emerge el devenir, da más de un motivo para ello. Dejando a trasmano esta fricción, pensamos que la desestima de Bergson respecto de las Ideas es uno de los fallos fundamentales de la filosofía bergsoniana. La raíz del problema se halla en la falsa concepción que Bergson tiene del concepto. Ya la filosofía clásica había reconocido que el concepto es radicalmente deficiente. Nicolás de Cusa hizo de ello la base de su filosofía ascensional. Pero de esta deficiencia radical del concepto no se puede pasar a nulificar su valor cognoscitivo. De todo ello concluimos que el tercer momento de la intuición bona– venturiana, por la que se intuyen las ideas y verdades eternas, ha sido ne– gado por Bergson por partir de una mala inteligencia de la función gno– seológica de la idea y del concepto. La intuición mística la estudia Bergson en la última de sus grandes obras, Les deux sources de la morale et de la religion. En ella se acerca a los místicos, sobre todo a los místicos cristianos. Y bajo su influjo nos des– cribe este cuarto momento de la intuición. Lo primero que advertimos en el estudio de la misma es la inserción de la vida mística en la biología, al intentar definirla por su relación a l'élan vital. En ello se vincula más a la mística panteísta, tipo Schelling, que a la mística tradicional cristiana. Con ello surge una objeción muy seria contra el misticismo de Bergson. Si Ortega, tan vitalista, achaca a todo el pensamiento bergsoniano de una impregnación exagerada de biolo– gismo, esta objeción aumenta su fuerza a la luz de la mística tradicional cristiana. Poco afortunado Bergson, al vincular de alguna manera la mística a la biología, lo es indudablemente en el estudio de otros aspectos del misti– cismo. Por lo que atañe a la intuición, nuestro tema preferente, recogemos dos fórmulas como base de nuestro análisis. En la primera Bergson des– cribe el estado místico o como un effort pour aller chercher, par-dela l'intelligence, une vision, un contact, la révélation d'une réalité transcen-

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