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SAN BUENAVENTURA Y HENRI BERGSON 53 Pero sus discrepancias no son leves. En primer lugar, en Bergson no hallamos el primero de los cuatro momentos que hemos estudiado en San Buenaventura: la intuición sensible de lo concreto material. El segundo momento, la intuición de la propia conciencia, lo agranda tan desm.;sura– damente que hace de él el gozne de su antropología, de su metafísica y, pudiéramos añadir, que de todo su pensar. El tercer momento, la intuición de las verdades eternas, lo malentiende y desfigura. Finalmente, la intui– ción mística, está solamente esbozada en rasgos muy bellos, pero muy difuminados, sin penetración en los graves problemas de la misma. Deten– gámonos a exponer cada uno de estos momentos. El primer momento, la intuición sensible, que vimos es algo muy os– curo en la escolástica y, en particular en San Buenaventura, se halla au– sente en la intuición bergsoniana. Para Bergson, la relación de la mente a la materia se hace siempre desde la inteligencia conceptualizadora según lo afirma en esta condicional tan expresiva: Si l'intelligence est faite pour utiliser la: matiere, c' est sur la structure de la matiere, sa:ns .doute, que s' est modelée celle de l'inteligence m. Según esto, la función de la inteligencia no es captar en la intuición el verdadero ser de las cosas sensibles, sino que su misión es la del Homo Fa:ber que busca adaptarlas a sus necesidades y caprichos, según ya vimos al estudiar el primer nivel antropológico. No cabe, por lo mismo, en Bergson una intuición que se halle ligada a la materia. Si la materia reclama la inteligencia, la intuición es otra virtua– lidad psicológica que penetra más allá de la misma. Según Bergson la intui– ción se .actúa primariamente en relación a nuestra propia conciencia. Es lo que hemos llamado segundo momento de la misma en el análisis que he– mos hecho de la intuición en San Buenaventura. En este segundo momento la mente se repliega sobre si e intuye la propia alma, la propia conciencia. De esta intuición el filósofo francés es un doctor máximo. Si su .filosofía ha querido ser programáticamente una filosofía de la experiencia, hay que decir muy luego que esta experiencia tiene un objeto primero y preferen– cial: la propia: conciencia:. Desde ella Bergson quiere intuir toda realidad cuyo conocimiento llegue a ser metafísico. Si la metafísica aspira llegar a un verdadero saber, no tiene otro método que el análisis de la concienciaªº· · En su descripción de la conciencia distingue dos estratos que señala con expresiones muy precisas. Al primero, externo y superficial lo llama une croúte solidifié a la surfa:ce. Al segundo, íntimo y profundo, lo des- 79 'La pensée et le mouvant', Oeuvres, 1279. 80 Las últimas palabras de 'Introduct. a la métaph.', Oeuvres, 1432, resumen la esencia de su método: "En ce sens, la métaphysique n'a ríen de commun avec une généralisation de l'expérience, et néanmois elle pourrait se définir l'expérience intégrale".

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