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MISIONES CAPUCHINAS EN ÁFRICA temores de que el enemigo llegase antes. Afligióse mucho el capitán Falconi y los Padr,es 1,e procuraron alentar, poniendo toda su confian~ za ien Dios, y su Maj,estad divina atendió a sus ruegos, disponiéndoles el camino por una brecha d·e tierra que vieron entre los árboles. Sa– lieron del río y fueron caminando a pie, aunqu·e con gran fatiga, hasta llegar a la falda de una eminencia, y, subiendo a ella, descubrieron al– gunas casas. Después, poco más adelante, ,encontraron una plaza muy espaciosa y ·en ella una iglesia. d'e maderos y paja, con su campana y una cruz delante de la puerta. Entraron a haoer oración y vieron sobre el altar una imagen d,e relieve de la Concepción Purísima de Nu:estra Señora, otra <lei nuestro Padre San Antonio de Padua, también de re– liev,EJ. Hallaron asimismo un cuadro mediano y muy antiguo con la vera efigies de nuestro Seráfico P. San Francisco, abrazado con la cruz. 7.-Fué grande el júbilo que les causó ese hallazgo, y con él cobra– ron firme iesperanza de que todo J.es había de suceder felizmente con tan po,derosos protectores, a quienes se ,encomendaron con íntimo afec– to. En ·e<l ínterin concurrieron a la iglesia muchos negros, y ésos, vien– do a hs Padres con los Crucifijos en el pecho, se ponían de rodillas y \ les pedían su bendición con no menos alegría que devoción. Luego se levantaban y daban palmadas a compás y vueltas a una parte' y a otra para manifestar el gozo de su llegada ; y con razón a la verdad, pues había muchos años que no habían visto sacerdote alguno hasta enton– ces. Entre la gente que concurrió ,entonces ·se hallaron algunos negros de buena razón y que sabían bastantemente la lengua portuguesa. Im~ portó mucho esto, porque les dijeron cómo aquella era la población de Pinda y se ofrecieron gustosos a servirles de intérpretes para ir a ha~ blar al conde; que residía en la banza de Soño; casi una legua distante de Pinda. Adelantáronse algunos de dios a darle el aviso al conde y con su noticia se conmovió toda la banza; ·,de suerte que, al entrar por ella los dos Padres, fué tan grande ,el concurso <Le la gente, que ape~ nas podían andar por las calles por ponérneles todos delante de rodi– llas para que les echasen su bendición. 8.-En llegando a la presencia del conde, se levantó de su silla y con imponderable alegría y reverencia, puesto de rodillas, les fué abra– zando y les besó la mano. Después, antes de pasar a otras demostra– ciones y coloquios, le informaron de lo que les sucedía en el puerto con un navío holandés, donde quedaban los de.más Padres, todavía em– barcados, por no atreverse a saltar ,en tierra, temiendo las hostilidades de los her,ejes. A ese tiempo ·supieron cómo · aun no había llegado a la

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