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MISIONES CAPUCHINAS EN ÁFRICA rrorosa tormenta que todos se juzga•ron por perdidos. Acrecentó el riesgo el v,er que, no habiéndose apartado mucho de tierra el bajel, le llevaba •el ímpetu d.e las hondas a dar derechammte al Cabo de San Vicente, perpetua ladronera de mo·ros, sin, ser posible enderezar la proa a otra part,e ; con que ni e.J piiloto ni los demás ,e,speraban otro su– aeso que la pérdida de la nav,e y de las vidas. Juzgue el piadoso cuán– tas serían las oraciones y plegarias d·e los afligidos navegantes en ese aprieto. Por último, pasada la me'Clia noche, a tiempo que ya el navío iba a da:r •en tierra, cesó d viento furioso y sobr,evino el favorable, con el cual se pudo librar del peligro y, sin embargo de. estar el mar muy alto y contrario, con todo eso la generosidad del viento fué .tal, que prevaleció contra su furia. Llegada la mañana, di,eron a Dios las gra– cias y se 1·epararon algo de la fatiga de la noche. Esta fué la primera y última tribulación de -esta especie hasta llegar a tomar la línea, adon– de ·experimentaron varios y adv,ersos temporales, con;io ya veremos. 3.-Prosiguieron su viaj e felizmente hasta llegar a las Islas Cana– rias, donde ftté preciso salta-r a tierra para proveerse el capitán de al– gunas cosas necesarias, y allí fueron· muy agasajados de la gente noble, como siempr•e lo han si-do los muchos Capuchinos que han arribado •a ellas. Al tiempo de volver a entrar en ·el navío para marchar, les armó el enemigo un ·enredo, como suyo, que a no haberlo Dios remediado, hubieran padecido una larga di!lación. fü, caso ftté que los grumetes del navío, temiendo como muchachos así el perder la vida en el Congo por las cosas que habían oído -decir de los holandeses, como por los pe– ligros de la navegación, que es larga y arriesgada, antes de salir del puerto 1·esolvieron entre si el desamparar secretamente una noche el bajel, y para 1eso salir a tierra ,en una sola lan,cha que tenía, y escon– derse en parte donde no pudiesen ser hallados fácilmente. En esta re– solución estuvieron algunos días ; mas, según ellos confesaron des– pués, los ocupó tal mie,do, que no se atrevieron a ejecutar la r-esolu– ción, excepto uno , que la llevó adelant•e. !Los -demás se admiraban de sí mismos y decían claramente que había sido fuerza superior, que no alcanzaban, la que les compelió a desistir del intento y desvaneció sus trazas. 4.-Al riesgo referido se siguieron otros notablemente peligrosos y molestos, porque, debajo de la línea, algunos grados antes y después de cortarla, se vieron muy atribulados co11 los raros accidentes de aque– llos mares, que son no menos frecuentes que peligro?os. Experimén– tanse ciertos nublados muy densos, llamados trebonadas, que sucesiva-
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