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MISIONES CAPUCHINAS EN ÁFRICA por sus delirios de reinar, según los establecimientos del reino. Todos los consejeros y manicongos del partido de éste alabaron a Dios y vi– nieron en la elección que se había hecho en la persona de Don Pedro Alfonso. Concordados los ánimos, salió como furia infornal, turbándolo todo, la princesa Doña Elena, que sintió a par de muerte el perder el dominio y autoridad que ejercía como reina por ser hermana de Don Juan. Pretendió ,esa princesa que, ya que su hermano estaba incapaz, eligiesen por re.y al príncipe Don José, yerno suyo. Con esta novedad lo alteró todo y, aunque el yerno en lo exterior le aconsejaba desistie– se -de fa pretensión, no hubo forma <le ~•so. Viendo yo en tan mal es– tado la materia, mi falta de fuerzas y salud, al cabo de tantas fatigas , les hice a todos la última reconvención, protestando delante de Dios hacerles cargo de todos los daños que por sus culpas venían al remo y de 1o mucho que padecí y trabajé por concordarlos. 7.-«Despe.'díme para proseguir mi visita, viendo que no podía ajus– tar nada por la mala y perversa cizaña que sembró en los ánimos la princesa Doña Elena. Antes de- partirme supe y averigüé varios deli– tos suyos contra nuestra santa fe católica, con los cuales tenía escan– dalizado ,el reino. Tenía por suya cierta población en !a cual ella y sus ' consejeros se juntaban a idolatrar, invocando a los -demonios y haciéfü do1'es varios sacrificios por sí y por me,dio de sus hechiceros. Sabiendo ésto y reconociendo mi obligación, los amonesté y reprendí para que se enmendasen, pero, perseverando ella y ellos en sus maldad-es, pasé a <:'xcomulgarlos. Enviáronme -diferentes ,embajadores, pidiéndome la absolución, pero siempre respondí que estaba pronto a dársela, siendo cierto su arrepentimiento, quitando los escándalos y dando plena satis– facción a la Iglesia y cumpliendo la penitencia que ks impusiese. Da– ban buenas palabras siempre, pero no cesaron en sus malditas obras hasta que Dios ejecutó en e llos un castigo horroroso. La Doña Elena murió luego repé'ntinamente; lo mismo les sucedió a todos sus conse– jeros, publicando todos los demás haber sido castigo del cielo por sus idolatrías, despr,ecio de Ja excomunión y escándalo del reino. Así mu– rieron estos infelices y con su muerte- se pasaron los más de aquel pa r– _ti<lo aJ <le Don Pedro Alfonso que era temeroso de Dios y religioso en sus costumbr,es. 8.-«0tro caso me sucedió parecido al referido en el gran ducado de Sundi, con ·el marqués de Es-ebo, llamado Don Duarte. Este, estando excomulgado por vivir muchos años había amancebado con una prima suya de la cual tenía hijas casaderas, no hacía caso d,e la excomunión;

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