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MISIONBS CAPUCHINAS .EN ÁFRICA misiones, aunque de paso, porque nos lo permiten sus reyes, en los cuales se bautizan millares de párvulos, de los <:uales es cierto que los más se salvan por morir en el estado de la inocencia, ya de viruelas, ya de otras rnfermedades y epidemias, que comúnmente suelen padecer en aquella tierna edad. 2.-«La última relación que envié a Roma de 'las almas conv-ertidas y bautizadas por nuestros misioneros fué de ciento y ochenta mil y más. Los casamientos según el orden de la Iglesia fueron más de veinte mil. Continuamente se administra el sacramento del bautismo y en todas partes y no es fácil reducir a guarismo las almas que le han I'ecibido desde que entraron los nuestros en aquellas tierras a predicar la fe. Mi· sioneros ha habido, que durante el tiempo <le su precisa residencia, que , son siete años, contaron quién cincuenta mil y quién sesenta mil y más . Incomparablemente• fuera mayor el número de los bautizados, si se les administrase este sacramento a los adultos que te solicitan. Pero a és– tos se Jes dificulta y no se les cOncede sino es en el artículo de la mue.'r– te, y a los que se casan Legítimamente y se pasan a vivir a las pobla-– ciones <lande hay cristiandad, igksias y ministros de ellas, que les en– señan a vivir católicamente. Porque de otra suerte es moralmente im– posible ,el que dejen las concubinas, las supersticiones <:' idolatrías con que se han criado y viven. 3.--«No matan en estas tierras a los misioneros a hierro, como en otras partes, pero sí con venenos fortísimos y muy cautelosamente. Más son de ciento los que han muerto con tal género de martirio ; de lo cual ni nos quejamos ni hacemos cargo a alguno, dejándolo correr por cuenta d,e Dios. Antes bien, en llegando la noticia de la muerte de algún misionero ocasionada del veneno, tiene no poco que hacer el Pre– fecto e n modificar el celo de• los otros que se ofrecen luego a sustituir el lugar del difunto, por si acaso les toca la suerte de alcanzar seme– jante martirio. Los blancos y los negros viven admirados die esto, vien– do que avanzan por }os pe·ligros de la vida siendo tantos y tan ciertos. Los ejecutadores <le estas muertes son los hechiceros y ministros dia– bólicos, que viven en aquella gentilidad, aunque ocultos, a los cuales miran y atienden como a sus sacerdotes, predicantes y médicos, no obs– tante que con sus cura_ciones diabólicas matan a los más que se curan con ,tilos. Esos son capitales enemigos de los misioneros, y ésto" pre· dican continuamente contra sus infernales doctrinas, hechice12~s, tor– pezas ,e idolatrías.

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