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De una traición que se conjuró contra el rey y muerte de los autores de ella; cómo juraron al príncipe por su– cesor en la corona de su padre y después de la muerte de éste comenzó a reinar felizmente. 1.-N o es ponderable cuán belicosos son los ánimos de esta nación, ni pare:ce creíble que, amando con amor cordial a su rey y príncipes, por muy ligeros motivos se conspiran contra ellos, como sucede a cada paso. Dan muchos alientos a los hombres para las co,nspiraciones de este reino las ·elecciones frecuentes que hay de reyes y señores y de ellas salen siempre los bandos y parcialidades, y, aunque por entonces ceden a la mayor patt•e, con todo eso nunca se quietan }os que han · tenido séquito de votos, antes bien o mal contentos de la elección pa– sada o sobradamente ambiciosos para la futura, comienzan desde luego a tirar líneas por todas partes, las cuales, siendo a su par,ece'r rectas, suelen salirles muy torcidas para ~l caso y muy denechas para su muer– te y perdición, como les suoedió a tos de la conspiración presente ; pero, antes de tratar de ella, es preciso decir_ el motivo por donde co– menzó y que no le puede haber justificado para que los vasallos se atr-e– van a quitarle a su rey la vida y el reino por su propia autoridad. 2,_:_0bligación hay pnecisa <le amar, obedecer y honrar cada uno a su rey y señor natural y, -e'stá tantas v-eces repetido en las divinas letras, que apenas hay cosa más común. Omnis anima -dice S. Pa– blo-, potes'tatilbus sublimioribus subdita sit, y da luego la razón, di·– ciendo: Non est e.nim potestas nisi a Deo; qmte aute-m su•nt a Deo, or·• dinata.e sunt (135). Por tanto, quien les niega esos respetos y obsequios (185) Rom., 13, :t.

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