BCCCAP00000000000000000000767

MISIONES CAPUCHINAS EN Ál'lUCA pul1ts biben?t et jumen.ta (133). Esta es la excelencia grande de la ca– ridad, tener agua para apagar la sed de los que la calumnian y persi-· guen en el centro de sus mayores ardores, calor para templar los rigo– res de los fríos y el comunicarse siempre benigna no sólo a quien la busca pero aun a los que Ja desprecian. 3.-Así procedían nuestros devotos misioneros del Congo por el tiempo y ocasión en que el rey escribió a Loanda las cartas referidas, y llegó a Portugal la noticia de la calumnia ; pues no sólo se aplicaron con más adhesión al cul.'tivo espiritual de aquel reino sino también se extendieron al de los Abandos y a la provincia de Dande, sujetos a los portugueses. Hallábase por este tiempo en P.emba el P. Fr. Antonio de Teruel . y, si bien en esta banza se veía cada día mayor fruto y apro– vechamiento en las almas, con todo eso abund~ban los vicios por la provincia, especialmente el de la lascivia, y con tal ex•ceso, que había muchos cargados de concubinas, imitando en esto los vasallos y cria– dos a sus señores, de suerte que.' casi todos vivían amancebados. Mas reconociendo .el celoso Padre que si éstos no se casaban según el or– den de la Iglesia, era más que difícil ,el poder reducir a eso a los vasa– llos, habló sobre la materia al marqués y le pidió los mandase juntar en su banza para un día señalado y poder, en estando juntos, predicar~ les ac,e'rca del santo matrimonio, y que S. E. le ayudase a sacarlos de tan horrenda piscina, por ser obra muy del agrado de Dios y también de su obligación, privando, si fuere necesario, de los puestos y gobier– nos a 1os s,eñores y fidalgos de las banzas y libatas, si no quisiesen re– ducirse a razón, y sustituyendo otros buenos en ellos, pues estaba esto en su arbitrio y el motivo era justo. 4.-Púsolo por obra el marqués que, como buen cristiano y teme– roso de Dios, deseaba la salvación de sus vasallos. Llegó el día seña– lado y le envió un recaudo al P. Fr. Antonio, diciendo \e hacía saber cómo ya tenía juntos en su palacio los sujetos referidos y que así le suplicaba fues•e luego allá. Fué el Padre al instante y halló al marqués acompañado de mucha gente. En saludándose, tomaron sillas y ,el mar– qués comenzó a hablar de esta suerte: «Padre mío: todos los que aquí véis presentes son }os señores y vicarios de los pueblos de mi marque– sado» ; -tiene cada población un vicario o 'teniente, a quien ellos lla– man quizengu,ele, y éste ocupa el segundo lugar •en el gobierno y su elección toca al señor de ella- . Fuéselos nombrando uno por uno y (18.~) Nú111 .. 20, n.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz