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MISIONES CAPUCHINAS EN ÁFRICA - ligiosos el mismo Visitador pasando éstos por su convento de 1a Bahía en 'é'l Brasil. 13.-No es tan fácil, como algunos piensan, el mantener una misión y menos muchas, especialmente en aquellos reinos etiópicos, que son muy dilatados y sólo abundantes <le vicios, enfermedades y pobreza, y sólo para esta misión -del Congo en menos de diez años <lió la Religión más de setenta misioneros, esto es, sin los que se volvieron a Italia de:sde el camino por accidentes que dejamos referidos, y sin los que pa– saron a otras naciones y r•einos circunvecinos. Y así todas las tres pro– vincias de los Padres r~formados de Portugal no bastan para una mi– sión, pues •es preciso acudir con religiosos continuament·e. Lo que se confirma con la práctica y expe'riencia, pues ninguno <le ellos asiste en el reino <le los Abandas, que es de los portugue·ses, y aun en Loanda sólo se hallan tres comunidades, que son el convento <l:e Padre·s Terce– ros de nuestro P. S. Francisco y el colegio de la Compañía de J,esús, ambos con número muy corto de religiosos, y la nue·stra, que es donde tienen su principal albergue los Padres de la misión de Angola y otras circunvecinas. 14.-Cuando los portugueses descubrieron el reino del Congo, fue– ron a la reducción de sus naturales algunos Padres de los Recoletos y luego le ,dejaron o porque murie·ron todos brevemente o porque los restantes se volvieron a su patria a causa de las fatigas. del país y con– tinuas •enfermedades que se padecen. Y aun el mismo Visitador gene– ral, arriba rderido, confesó llanamente no podían ellos dar misioneros suficientes porque se-ría destruir de r•eligiosos aquellas provincias. Y a la verdad, generalmente hablando, los religiosos de Portugal, según se ve por el efecto y ti,enen bien experimentado los nuestros, son poco dedi– cados al ejercicio de dichas misiones y, si lo fueran más, no estuvieran tan yermas de operarios sus conquistas, como lo están. 15.-Pe·ro, aunque el Pey de Portugal dijo que los Capuchinos de Italia irían a dicha misión, no tuvo tal intención ni aun <lió lugar a que pasasen por sus tierras, hasta que el Sumo Pontífice, después de mu– chos años de guerras con Castilla, le escribió como a rey de Portugal y admitíó en Roma su embajador; -y aun después ha habido para ello no pocas dificultades, y aunque la ,experiencia de tantos años pueda ha– ber desengañado a los de esta nación, que sólo vamos a sus conquistas a ganar almas para Dios de las infinitas que timen a su cargo y están expuestas a su última perdición, po r no socorre rlas de ministros evan-

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