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LA MlSlÓN DEL CONGO 10.~Con el arrepentimiento del rey volvieron las cosas de: la misión a su antigua·tranquilidad; no empero se experimentó la misma enmien– da en sus secuace:s, pues hubo uno tan rebelde, que quiso llevar ade– lante su engaño y, no contento con los daños perpetrados, escribió a Pórtugal cuanto había imaginado y aun intentó pasar por sí mismo a Lisboa para referirlos aJ rey y a sus ministros, juzgando conseguir un premio considerab}e. Pero ¡ oh juicios d,e Dios admirables! Apenas echó el pie en un esquife para embarcarne cuando experimentó el cas-– tigo del cido, pronunciado por el sabio en sus Proverbios, cayéndose muerto repentinamente: Falsus testis non .erit impunitus, et qui Joqui~ tur mendacia, peribit (132). Caso a la verdad bien lastimoso y de no pequeño terror para cuantos lo supieron, teniéndole por condigno cas– tigo -de su culpa y <lañada inbención. 11.---Este infeliz sujeto se empeñó tan ciegamente en difundir Ja no– ticia de los sucesos pasados, que al fin se extendió hasta Portugal, y aunque el gobernador y tos <le Ja Cámara de Luancla habían ya infor– mado de Ja v-er<lad a su rey, apoyando la virtud y sinc-eridad de los nues– tros como testigos -0culares y con las experiencias de muchos años, con todo eso no dejó de hacer algún mal -efocto -el veneno de -este infe– liz, d<=' suerte que alterase el ánimo del rey de Portugal y <le sus mi– nistros para embarazarl•es en adelante a los nuestros el paso a la con– versión de las almas de aquellas conquistas. Aquí se ve manifiestamen– te cuán poderoso ,e:s un engaño ultramarino, la Jifi.cu}tad con que se averigua y Jo que padecen los. inocent,es en tierras tan r-emotas. El pri– mer golpe de este depravado aviso se descargcS contra los nuestros en esta forma. 12.-Resolvió el r•ey de Portugal retirar de aquellas conquistas a los Capuchinos y, para sustituir en su lugar otros misioneros, mandó lla– mar a¡ Visitador general de los Padres Menores Recoletos del Brasil, que llaman -de San Antonio, que por -entonces residía en Lisboa y aca– baba de llegar de Roma de negociar la división de su provincia de la <le Portugal. Pidióle a dicho Padre religiosos para la misión del Con– go. y él, que era sujeto de mucha experiencia, respondió que no le po– día ofrec-er a S. M. sino solos s-eis y que para la conducción de cada uno ,eran necesarios a lo menos trescientos ducados de plata. En oyen– do esto el rey y hallando tan corto número le <lijo: «Dejadlo estar, que de Italia irán los Capuchinós». Lo cual les refirió así a nuestros re- (132) Prov., 19, 9.

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