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MISIONES CAPUCHINAS EN ÁFRICA y consumís unos a otros con ,envidias, litigios y guerras, y a!l fin os que– dáis y morís desdichadamente sin lo que ilícitamente pretendéis» (127) . 9.-Por este mismo tiempo que residió en P.emba el P. Fr. Antonio de Teruel sucedió la tragedia siguiente : que el demonio nunca pierde üempo ni cesa de perturbar la paz para destruir las almas. Moviéronse, pues, ciertas diferencias entre el señor de Ambuila, que es provincia distinta de P.emba, y un sobrino suyo. Retiróse éste de su tie:rra y s·e fué a patrocinar del marqués de Pemba, y él, como buen caballero, le amparó. Súpolo el tío y_. ofendido gravemente del caso, e:scribió al rey, suplicándole mandase al marqués le entregase a su sobrino para casti– garle, y, para que tuviese mejor -efE~to la súplica, le ofreció un dona– tivo considerab'le. 10.-El rey tomó a su cuidado este negocio, o porque deseaba te ner grato a tal señ9r o por lograr e:l donativo ; al fin envió un minis– tro con g,ente suficient,e con orden de que le 'prendiesen, mandando ex– presamente al marqués no sólo que le.' ·entregase, sino que diese todo auxilio al juez para el caso. Vióse el buen marqués perplejo, sin saber qué medio tomar en la materia para no faltar a Dios, a la obediencia del re.y ni a la confianza que de él había hecho aquel fidalgo. Resolvió por último obedecer al rey, temiendo su indignación si no lo hac:a y el daño propio y de los suyos. Con esta resolución envió a llamar al fidal– go y él, en -confianza de su palabra, se presentó en la banza con otro camarada ·suyo. Aprnas ·entraron ,en ella, cuando la gente <ld rey les echó la mano ; quisieron llevarlos luego ante eI comisario de la causa, p'ero el fidalgo sobrino del señor -de Ambuila se resistió, diciendo que no era punto suyo ,el ir a casa dE.' hombre de menos calidad que 1a su– ya: que si quería ir a su posada, fuese en enhorabuena, P'ero que si no. él no había de -entrar por sus puertas. Poco le aprovechó al miserable su punto y vanidad ; antes bien fué causa de que se acelerase el castigo y su perdición, pues, como vieron que se resistía, sin esperar más or– den le cortaron 1a cabeza en el mismo puesto donde le prendieron. 11.-Est-e caso sucedió -en la plaza que está enfr.E.'nte de nuestro con– vento; con que al ruido de la g,ente sa'lió el P. Fr. Antoni'o de Ten1<el y halló ,el cadáver desnudo y tendido en e l suelo, bañado en su misma sangre, y vió cómo llE.'vaban pr,eso al camarada para hacer en él seme– jante justicia. Temeroso entonces de que le matasen como al otro sin 027) J:i.c., 4, 1-3.

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