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LA MISIÓN DEL CONGO muriese sin Sacramentos, se <lió prisa para llegar a ella : Envió después un recaudo -diciendo cómo deseaba ve rle y saber de su safod ; pero la r,espuesta fué decir que no estaba -enfermo ni aun en la banza . Pare.– cióle' al Padre que la tal respuesta o era cavilación del fidalgo o su– puesta ,de sus criados, o lo más cierto de algún hechicero que le estas ría curando. Con estas sospechas se fué el Padre a palacio, mas 110 hubo forma <l·e dejarle entrar a ver al enfermo. 7.-Dejóle, no sin compasión de su alma, y, después de haber bau– tizado a muchos y administrado los demás Sacramentos , se volvió a Pemba. A pocos <lías le llegó ,el aviso <le cómo ya había muerto el in– feliz fidalgo y entonc,es cayeron en la cuenta de su yerro 1 los parientes. ¡Oh! , válgame Dios, lo que pasa de esto en e1 mundo y aun en tierras donde 1a gente se pr·ecia de muy católica; pues, por no disgustar en nada al ,enfermo,, rico y poderoso, ni se le ha de nombrar al confesor, ni ·d testamento, ni los Sacramentos ni aun d nombre de Jesús. Mas al fin sucede ello : que muer,en como brutos y toda su pompa y vanidad cae de golpe con -ellos al fuego -eterno: Periit me-ni.orla coru,m c•urn,; so– nitu. Sirviendo entoncE!s los dobles de las campanas, no para memoria y compasión del -difunto, que asi murió, sino para olvido de su alma. 8.--E11:tró después en la pretensión del Estado un hermano de este infeliz y desdicha-do, y con d favor y auxilio que le dió el rey, movió guerra al conde que poseía el e'stado y le v•enció y mató y tomó la po– sesión de él. Est,e fin tuvo e1 conde ,de Huandu, electo por el pueblo después <k las guerras que se movieron contra él y en que quedó vep– cedor por -rntonces, según ,dejamos referido en otra parte. Cosa es que maravilla ver las a•ltera:ciones que padece a cada paso esta nación ; la facilidad con que se destempla, la frecuencia con que se alborotan y toman las armas y los infinitos que perecen en sus guerras civiles. Pero a la verdad no hay que admirarnos de lo que suced-e, sino de lo que no sucede ; pues siendo esclavos de los vicios, de '1a avaricia y torpeza, y sirviendo a tantos y tan perversos monstruos, lo nat11ral es destruirse y aniquilarse, según la enseñanza de Cristo: Regnwm -in se ipsum di– vissum, desso 1 labitur. Pero yo juzgo que stt mayor castigo es dejarlos Dios corter por el camino de su perdición : l bunt in adinvent.ionibus .mi.s. Y así podemos decir a estos y otros semejantes con Santiago en su Epístola canónica: «¿ De dónde vienen entre vosotros las guerras y discordias? ¿ De ,dónde sino de vuestras concupiscencias que pelean en vuestros miembros? Deseáis y no conseguís ; os envidiáis, mordéis

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