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MISIONES CAPUCHINAS EN ÁFRICA veleidad <le aquella gente, <les,eoso <le hacer a Dios algún particular ser– vicio y por el consuelo de algunas personas buenas, que se hallaban sin remedio entre bestias tan indómitas, reso!lvió pasar a Encusu ; pero aJ fin, por causa de las lluvias, vino a enfermar y como pudo llegó hast:i. una libata que <lista dos leguas de la banza del marqués. 9.-Sítpole éste y le envió un sobrino suyo para que -de: su parte le diese la bienvenida y le significase cuánto le estimaban todos aquella visita y que le suplicaba no entrase en fa banza hasta otro <lía en que saldría a recibirle con toda su corte. El Padre, como se hallaba falto de salud y por excusar ,el ruido y bullicio de 1'a gente, cogió y se partió luego, y, a un cuarto c;le k•gua antes de llegar a la banza, se encontró con toda la gente que juntamente con fos niños de la escuela, cantando todos la doctrina, salier-on a recibirle. Luego a br,eve rato salió el mar– qués con sus fidalgos y, después de alegres demostraciones de todos, llevándole ,en medio, caminaron procesionalmente hasta la iglesia. Hizo oración el Padre y se de,spidió de~ marqués y de la gente y se fué ·a r.eicoger con la que llevaba <le Pemba para conducir la ropa a la casa que habían fabricado para su alojamiento. 10.-EJ <lía siguiente le fué a visitar el marqués y le dijo cómo ya había ,echado <le su casa a las mancebas y que trataría de casarse con una. de ellas, y harían lo mismo sus criados y esclavos, que eran mu– chos. Como d Padr·e tenía tantas experiencias de su inconstancia, por no exasperarile, le alabó el buen propósito, pero por último le <lijo: que le hacía saber que sólo había emprendido aquel viaje movido de pura caridad y para más justificar de su partE' la causa de Dios; que no ·se fiaba de promesas, sino de obras ; que, si gustaban de resolverse a tratar <le lo que tanto les importaba, que se detendría allí, pero que si no, se volv;ría luego por no perder tiempo. 11.-Esperanzas hubo al principio de algún fruto considerable, pero al cabo se vino a r,educir a que se casasen tres o cuatro esdavos del marqués y a que un primo suyo ofreció lo mismo, en disponiendo las cosas necesarias para la boda ; pero ni al marqués ili a los demás fidal– gos y coluntos no hubo forma de reducirlos a eso. En el ínterin que se disponía la boda del primo, hizo -el Padre su misión acostumbrada por la provincia y s,e alargó a la de Zombo, pero a la vuelta, una jornada antes de la banza de· Encust1, se comenzó a rugir un rumor grande de guerra y todo él vino a parar en que el primo del marqués, que se ajus– taba a casarse, había huído por no sujetarse a eso.

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