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33-2 MISIONES CAPUCHINAS EN ÁFRICA dad, nunca le hacía <laño, a que se añadió otra cirdmstancia <le no me– nor admiración, cual era tener siempre buena salud y muy vivos los colores del rostro, aún si,endo ya anciano. Las influencias del tiempo jamás le inmutaban, de suerte que ni sentía el frí-o ni el calor y, con se:r tan excesivo ,el ,de aquella tierra, nunca sudaba. Era de mediana estatura y die aspecto venerable, y gracioso, y de tan amable conversa– ción que se llevaba tras de sí los afectos de cuantos [.e trataban. De •este veneTable varón podía decirse, según rdieren sus compañieros, lo que ef Doctor Irrefragable Alejandro de Ales solía decir de su discípu– lo y Seráfico Doctor San Buenaventura, al contemplar en él la igualdad de sus costumbres, la santidad de vida, la hermosura de su cuerpo, la modestia de su rostro, su condición afable y la -dulzura de sus pala– bras: «Que no parecía haber pecado en é} Adán.» 10.-Nunca •l,e vieron ocioso y si,empre bien ocupado; los pocos ratos que le dejaban libre las ocupaciones del gobierno, las gastaba entre dí-a o en la celda escribiendo los rudimentos de la Gramática para instruc– cil,n de 'la juventud, o en el confesonario. Viendo ya plantada en aquel reino '1a misión tan felizmente, des·e_ó mucho pasar a comunicar la luz del Santo Evangelio al reino de Macoco, que entonces era todo de g,en– tile:s, y desde allí al imperio ,de los abisinios, pai-a cuyo ef.ecto escribió a la Sacra Congi-egación supl'icándola señalase Prefecto para la misión del Congo; mas cuando llegó la lic•encia, ya hab~a pasado a mejor vida, a gozar, como se cree piadosamente, ,el premio de sus virtudes y traba– jos. T,ení,a ord·en, •é'n las facultades que se le concedieron ,en Roma, de nombrar sucesor en el oficio; y, después de muerto, hallaron entre sus papeles el nombrami,ento que tenía ya hecho en la persona del Padr,e Fray Jenaro de Nola, compañero suyo antiguo y r,eligioso de aventa– jadas prendas, d cual queidó por Prefecto hasta qtte' dejó el oficio por los motivos que adelante v,eremos. 11.-Antes de pasar el P . Fr. Buenav,entura de Alessano a -esta mi– sión del Congo, estuvo algunos años ti-abajando en la de Constantino– pla, en la cual tuvo por compañeros, entre otros, a] P. Fr. Bernardino de Hungría, que a iJa sazón residía en el Congo, varón a todas luces gi-ande y de quien varias v,eces hemos he'cho mención . En Constanti– nopla tuvieron ambos compañeros diferentes ocasiones en que experi– mentaron el buen pasaje dd Gran Turco para con los Capuchinos, pues hallaron en él benignidad, estimación y buen tratamiento, negociándo– les Dios primeramente este auxilio y benevol 1 encia de aquel infeliz príncipe, y, secundariamente, su modestia, pobr,eza y desinterés de las
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