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MISIONES CAPUCHINAS EN ÁFRICA 9.-Su contrario de este pez volador es el dorado; persíguele con tal ahinco que sólo atiende a comérsele ; por esta causa y huir de ese riesgo, cuando le v;e venir contra sí, alza el vuelo fuera del agua y de esa suert,e se escapa de aquel primer golpe; mas el dorado que por el instinto reconoce la calidad del que vuela y que se detiene poco en el aire y vuelve al mar, mientras él va volando , el dorado le• va siguien– do llevando siempre el un ojo arriba, y con tal vefocidad y destr:eza, que cuando el volador se ve forzado a caer, se halla el dorado allí con la boca abierta y se lo traga. Otro c,ontrario tiene est,e pobre pez por causa de sus vuelos, que es cierta especie de pajarotes grandes que vue– lan en bandadas numerosas por aquellos mar,es . Estos, viendo volar al pe'z, se calan sobre él y le despedazan; de suerte que, bi,en considera– do, est,e pez es tan desafortunado que no tiene seguridad en el' aire ni en el agua. 10.-No les fué menos diversib1e a nuestros caminantes el navegar el Zaire, porque, conteniendo •en si, según se dijo, tanto número de isletas, componen en el agua misma ta11tas, tan derechas y hermosas calles, que hacen maravilla a quien las ve. Cada isla produce cierta es– peeí,e de árbol al modo ele un laurel real y muy viecino a la orilla ; este árbol es de dos pies de alto, tiene las ramas muy espesas, verdes y tan iguales, que el mayor cuidado del arte no pudiera hacer lo que alli pule el menor descuido de la naturaleza. En la cima de est•e árbol nac•e una raíz que desciende a la tierra igualmen_te ; ,es del tamaño de un dedo en lo grueso, y llegando al agua y a la tierra nace de ella otra planta y en esta forma se va multiplicando, de suerte que las márgenes vienen a se'r espesísimas y muy altas. Con que siendo el agua tan pura y crfa– talina y los enrejados de una ribera y otra tan empinados y verdes y los brazos del río tan ,espaciosos y largos, ya se puede ent,ender cuán apacible y deliciosa será la navegación por tal río. 11.-Pero volviendo a nue·stro principal astlnto, luego que se vie– ron los navegantes en el puerto deseado, todos con salud y libres de riesgo , celebraron su arribo feliz con las demostraciones acostumbra– das; dieron a Dios las gracias y cantaron a dos coros el himno Te Deu·1n laiHlamus. De·spués echaron el bajel al agua y el capitán con dos de los misioµeros fueron al lugar de Pinda y desde alli a Soño, a•don– de residía •el conde entonces, para darle aviso de su Uegada al puerto y de cómo quedaban en él los compañeros esperando su beneplácito. 12.-A la sazón asistían en Soño los Padr,es Fr . Buenaventura de Sor ren to y Fr. Juan de Santiago, que ya se había vuelto de San SaI-
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