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144 MISIONES CAPUCHINAS EK ÁFRICA 3.-Con esta derrota quedó el rey indignadísimo y casi fuera de sí y estuvo resuelto algunos días a volver contra el conde en persona con potentíisimo ejército, y tal que, según la costumbre antigua de aquel reino, son obligados so pena de la vida a s,eguirle todos cuantos puedan manejar las armas, excepto los niños pequeños, las mujeres, los en– fermos y muy viejos. No empero ejecutó esta resolución así por el consejo de los Padr,es, que no lo juzgaron conveniente, como por re– celarse de que d conde, irritado, podía mandar quitarle ]a vida al prín– cipe, o, como otros discurrían, se podía temer que, si salía de la corte, se suscitase contra él alguna conspiración o levantanüento por no ser bien visto de sus vasallos desde su ,exaltación al trono real y ,tener muchos makontentos y aun agraviados por varios castigos que había mandado hacer en muchas personas de la primera sangr,e. 4.-P,ensó, pues, este negocio con más acuerdo y madurez y trató de solicitar la libertad del príncipe por medio de los holandeses é11 esta forma. Escribió a su •confesor y al P. Buenaventura de Cerdeña, que, como ya dijimos, se hallaban en Angola, diciéndoles negociasen con los directores la expedición de esita pretensión tan de su cariño y que le tenía tan cuidadoso. Ejecutáronlo así, y los directores, por hacerle ese obsequio, aprestaron un navío grande con mucha gente y armas y se partieron luego a Soño. El capitán, muy orgulloso, saltó en tierra, y, acompañado de sus solldados, entró a hablar al conde•; propúsole la pre– tensión que llevaba y concluyó dicendo que él iba totalmente resuelto a llevarse consigo al prílncipe y que, si no se le daba su Excelencia, tu– viese' por cierto que los directores le publicaban desde liuego la guerra. 5.-0yó el conde la propuesta del capitán sin la menor turbación y, disimulando con semblante risueño el enfado y andada de'l hereje, le mandó se esperase un poco. En d ínterin mandó tocar al arma y salió con su gente a la plaza donde ya estaban puestos con ?rden los es– cuadrones. Sentóse con mucho sosiego y majestad en fma silla rica– mente guarnecida y dió orden para que las compafüas, por espacio de media hora escasa, muceas,en e hiciesen •diferentes al'ardes a vista de los holandeses. Después, volviéndose al capitán, le dijo que tratase de marchar cuanto antes y que ent,endiiese que de ningún modo había de entregar al príncipe su sobrino, hijo de tan gran rey como el de1 Congo, y mrnos a unos mercaderes holandeses y herejes. Con esta respuesta significada con ademanes de indignación y soberanía, se volvió e1 capi– tán al navío y con más miedo y prisa de lo que pensó ; luego se hizo a la vela para Angola y desistieron de la pretensión totalmente.

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