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LA MISIÓN DEL CONGO 1 37 tras, y virtud a Jos de la cort,e y fué tan •eficaz la persuas1on prete,den– te, que ,d primer día que se abrió la escuela, se Uenó tanto de niños y de mozos, que no cabían en la primera aula, si,endo así que es muy capaz. Acudieron puntuales todos los hijos del rey para mover con su ejemplo a los demás, y con eso no faltaba ninguno de los fidalgos (30):. 6.-En la ciudad de Soño s,e hizo lo mismo que en la corte, y hubo üempo ,en que acudieron cerca de seiscientos muchachos para ser en– señados, comenzando desde el Christus. Este ,ej,ercicio ,era d,e' los más principales y provechosos al bien espiritual y temporal de aquel reino, pues, a la verdad, de la buena educación de la juventud depende en gran parte ,el aumento de la cristiandad y virtud, porque como los niños aún no han ,experimentado los vicios y beben pura y sin mezcla la leche ele la doctrina católica, se crían con aborrecimiento a lo malo y con apli– cación a lo bueno, lo cual se vda a cada paso por el efecto, pues cuan– do los Padres administraban los santos Sacramentos, servían los clis– cíipulos ele ayudantes y, acompañándoles en ilas misiones, les daban no– ticias ,de las casas donde había ídolos o sacos de trastos para hacer su– persticiones, mostrándose muy celosos de la fo santa ,en que' se cria– ban (31). 7.-En esta nueva universidad fundada en reino tan extraño y bozal a expensas del fervoroso celo ,ele los hijos de la Capucha, se' comenzó a enseñar primeramente la doctrina cristiana y el amor y temor santo de Dios. Luego a leer y escribir y cantar, y después la Gramática y Re– tórica, las Artes y la Teología escolástica y moral. Los primeros maes– tros fueron los hijos de la Provincia de Castilla, así en San Salvador como en Soño, que por más prácticos en la lengua del país y ,en aten– ción a sus rdevantes prendas, se les ,encargó ese ministerio. En San (30) Los misioneros del Congo dieron ,g,randísima impo[·tancia a estas escuelas de niños y jóvenes; por eso las establecieron a su vez en todos los centros misiona– les conforme los iban fundando. De ellas decía el P. Tente!: «Este ejercicio no es de los menos principales de los misioneros, pues de la cultura de la juventud depende en gran parte el aumento ele la cristiandad, porque, como no han experimentado los vicios y beben la leche ele la verdadera doctrina, conocen temprano lo malo que han de aborrecer y lo bueno que deben abrazar, y se hacen aptos para enseñar a los de-– más» (Ms. c., pp. 50-51). Y añade: «Teníase lección a la mañana y a la tarde; eli– señábase a leer y escribir y la gramática; decíanse las oraciones y enseñábanse los catecismos. Repartíase el tiempo, gastando por la mañana hora y media con los que leían y escribían, y otra hora y media con los gramáticos ; y lo mismo se hací\a por la tarde; y como al principio no había bastantes cartillas ni libros, se ocupaban los religiosos en escribir 110 sólo lo que toca a los primeros rudimentos, sino el arte de la gramática» (Ibid., p. 76). (31) En efecto: según propia confesión de los misioneros, fueron aquellos nmos y jóvenes educados en las escuelas los mejores coadjutores en sus excursiones apos– tólicas.

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