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MISIONES CAPUCHINAS EN ÁFRICA llevar a casa de su tía y, con el prete·xto de que pr,etendía hacer para sí un palacio, se detuvo en el bosque muchos días, al sol y a la inde– mencia del tiempo, hasta que los esclavos condujeron toda la madera, sin ,embargo ele haber adquirido alguna indisposición corporal por los muchos calores. 3.-Volvió después a la corte y un día, hallándose con la tí'a, fué el rey a visitarla, y con e'sta ocasión le mostraron en los patios la pre– vención que habían hecho para la casa de los religiosos . Aclmi,róse el rey de verla y más cuando Le dijeron e! modo cómo se había dispuesto. Agradecióles mucho aquella acción y, vdlviénclose a los fidalgos que le acompañaban, les dijo que se avergozasen de ver lo que una muju había ejecutado ,en tan pocos días y con tanto secreto, ct1anclo ellos en tantos meses no habían sabido hacerlo. 4.-De allí a pocos días fué el rey a nuestra iglesia; dijo la Misa el Prefecto y en su presencia bendijo el sitio donde se había de hacer el convento; y, cuando se comenzó la fábrica, quiso Su Majestad poner por su mano en tierra el primer ma·dero y a su imitación hicieron lo mismo los fidalgos que le acompañaban. Prosiguióse la obra después con toda diligencia y con ,eso se acabó presto ; pero es digno de memo– ria lo que el rey ejecutó •e'n la arquitectura de ,ella, porque él mismo, al señalar ,el sitio, anduvo con una vara en la mano tomando las me– didas del dormitorio, ,cddas y demás oficinas, y esto descubierta la ca– beza y al rigor del sol y casi el espacio de un día, lo cuai continuó los siguientes, a tarde y mañana, asistiendo a todo con grande admiración y edificación de la corte. 5.-Lo mismo hizo ·en las escuelas que mandó fabricar inmediata– mente al convento, para que en ellas pudiesen los religiosos con más conveniencia at,ender a la enseñanza y educación de la juventud del reino. Concluída la fábrica, mandó Su Maj,estad llamar a todos los nobles de la corte y les hizo un largo razonamiento, exhortándoles a que se aprovechasen de tan buena ocasión, enviando a sus hijos a la escuda, pues sabían por experi•encia la grande ignorancia de todo el reino y que apenas se hallaba en él quien supiera la lengua latina, y sobre todo para que fuesen instruíci?s en virtud y en buenas costum– bres. Despidió a los nobles entonc·E:'S, pero, pareciéndole pedía el caso más recomendación, mandó segunda vez convocarlos y qtte el P. Fray Buenaventura de Cerdeña les hiciese una plática sobre el caso; híJzoJa, e inmediatamente Su Maj,estad les volvió a r,epetir la exhortación pri . mera. Desde entonces se comenzaron a enseñar todas las buenas Je-

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