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130 MISIONES CAPUCHINAS EN ÁFRICA imágenes, que antes las aborrecía, sino por adorno y bien parecer, o por si acaso con el tiempo las podría vender y sacar de ellas algún in– terés, por s•er en extr·emo codicioso. Yendo los dos embajador,es un día a visitarlie, vieron las dos pinturas y quedaron aficionados a ellas. De– searon con impulso especial sacarlas de poder de los herejes, no du– dando que eran despojos de lo que habían quitado a los Padres geno– veses. Con ese deseo discurrió el P . Fr. Buenaventura de Cerdeña en el medio para lograrlas. Bien quisi,era hacer la petición des·de iuego , pero le detenían dos razones: la una, que en los días antecedentes el tal sujeto fué d que se dió por más ofendido en la controv,ersia, y tanto que a1 santo Padre le dijo muchos oprobios y contumelias; la •· otra, porque, en sentir de todos, era el tal muy avariento y quería que se las pagasen y se tenía por cierto que no las daría graciosamente. 8.-Pero, eso no obstante, encomendando a Dios el negocio y a su Santísima Madre, puso su petición en un memorial y el día siguiente se lo dió al director, para que se 1o entregase a su mujer, juzgando que ella, por tal, sería más piadosa y de mejor natural. Leyóle y, son– riéndose, dijo: Que sin duda tendría mal despacho porque su mujer era buena calvinista y más int·eresada que liberal y aún en cosas de poco valor, fuera de que las pinturas las tenía destinadas para adorno de su sala . El Padre le replicó diciendo que no se perdía nada en que le entr,egase aquel papel y que él se contentaba con eso. Entró el di– rector riéndose a donde estaba su mujer y le dió el memorial y, des– pués de haber altercado mucho con ,ella sobre el caso, salió y dijo al Padre cómo ya su mujer estaba resuelta a entregarle graciosamente las pinturas y que él por su parte s·e Ja,s conce,día. Fué luego [a mujer y por sus propias manos las descolgó y las encajonó para que no se maltra– tasen en el camino y se las envió a su posada. 9.-Celebró el santo Padr,e esta fortuna cuando vió en su poder las pinturas . y se admiraron no poco los católicos cuando supieron el' caso. !LJ.evólas a San Salvador y, apenas las vió el Prefecto, cuando conoció ser aquella imagen de la Concepción Purísima la misma que le' <lió en Lisboa la condesa. Celebraron todos su llegada, dándose mil parabie– nes de que por medios y modos tan extraños se les hubiese' ido a su casa y compañía. Colocáronla en el altar mayor y pusieron a los lados las imágenes de nuestro Padre San Francisco y de San Félix, y en ese día se' cumplió el deseo ·d•e la buena condesa que dió la imagen. Asistió el rey con toda la corte a la colocación, lo cual se celebró con toda solemnida,d, y desde entonces es muy venerada de todos .
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