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XlV MIS. CAPS. EN ÁFRICA. LA MISIÓN DEL CONGO por muy contados se daban los que no tuviesen varias mujeres. Y ese vicio fué tanto más difícil de desterrar cuanto que no era pre– ósamente el hombre quien más se oponía, sino las mismas mujeres o concubÍ!nas, las cuales por otra parte tenían que llevar el trabajo de casa y de la t,íerra y proporcionar comida y vestidos a:l marido, que pasaba siu vida en una completa y cuLpable ociosiqad, fuera del tiempo de guerras, en que debía empuñar las armas y salir a cam– paña. Como fácilmente se deja comprender el ejemplo de los magna– t~s y gobernadores influía decisivamente en todo eso; de ta.il ma– nera, que donde •ellos no se casaban ni llevaban vida honesta y arre– glada, no había tampoco posibilidad de que los súbditos y el pue– blo fo hiciesen, como se pondrá bien de manifiesto en los hechos narrados en el curso de esta historia. 2. Los Misioneros Capuchinos, llegados al Congo en 1645 y en las siguientes expediciones, tropezaron necesariamente con otra gran dificultaa: la de Ia lengua. Y digo necesariamente, porque no tuvieron, como en otros puntos de misi6n, gramática alguna por la que pudiesen aprender Ia lengua del pafs antes de embarcarse, ni siquiera un mal diccionario que a ello les ayudase, pues ni una ni otro existían. Por otra parte, como confiesa el P. Cavazzi (II), «dificultad principalísima para fa evangelización del Congo es la ausencia com– pleta de una lengua que pueda reducirse a reglas gramati.ca :les. Pa– labras y vocablos son usados por fos naturales de modo desacos– tumbrado e inefabLe para ios europeos ; para ellos basta el hacerse entender ... No hay orden, ni fijeza, unidad ni razonable igualdad en el lenguaje. Mejor aun que la palabra es d gesito, 1a mirada lo que habla. Se puede imaginar por eso la dificu'l'tad que nosotros experimentamos al tener que exponer ideas tan ajenas a la inteJi– gencia de los naturales, y misterios que resultan a V'eces difíciles de expresar aun en ,l,enguas bien formadas. Para éstos -termina-– todo es materia y vientre». Y esto lo decía el P. Cavazzi cuando habían pasado los tiempos peores y más difíciles y cuando los misioneros contaban ya con gra– máticas, con diccionarios y catecismos. No era, sin embargo, probiema insoluble el de la lengua, aun– que t<UJviera muchísimas dificultades. Por eso los misioneros ya (11) !bid., Libro IV, cap. I, núm. 1, p. 253.

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