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122 MISIONES CAPUCHINAS EN ÁFRICA luz y fortaleza para volver por la honra de su Iglesia, tan infamemente ajada de las lenguas sucias de tan obstinados herejes, haciéndole gra– cias por haberle puesto en ocasión tan oportuna para ese efecto y a donde -con su ayuda esperaba ver triunfar la verdad, de la mentira, la religión católica, de los herejes sus enemigos, y con propia confusión y térror de ellos. Era dicho Padr,e varón doctísimo, de ingenio claro y muy versado en las controversias y, sobre todo, de muchas y exce– lentes virtudes, como ya diremos cuando lleguemos a tratar de su santa vida. Invocó en su auxilio la protección de la Reina de los Angeles, de quien era especial devoto, y cuya visitación a Santa Isabel se celebraba aquel <lía. Dejáronle decir cuanto quiso y empezó a hablar con pere– grina modestia, sosiego y tan sólidas razones, que se pasmaron los he– reje s y ya se hallaban arrepentidos de su insolente provocación; mas con todo eso dijo sobre cada punto en particular altísimas cosas. 8.-En cuanto al punto primero, que sólo tocaba en injurias contra su persona y profesión, dijo : que les pel'.donaba por amor de Dios de todo corazón aquellas contumelias y baldones, añadiendo que, como mi– nistro de Dios, aunque indigno, y discípulo de Cristo, maestro de la vida y de toda perfección, cuyos e-j,emplos debía imitar, humilde y afec– tuosamente rogaba al Eterno Padre los per·donase, advirtiéndoles que, si con aquel papel, tan afrentoso y lleno de injurias, le daban d,e bofe– tadas en una mejilla, no dudasen que les presentaría la otra para que le diesen otras muchas. Esta doctrina rnseñó Cristo con obras y pala– bras ; ésta siguieron los Apóstoles ; ésta seguimos a imitación suya los Capuchinos, pero vosotros, engañados con los errores de Lutero y Cal– vino, hombres perdidos, no la seguís. 9.-En cuanto al segundo punto dijo con voz más alta y grav,e y levantándose de la silla un poco : que la Iglesia Católica, Apostólica, Romana, era la madre <le la v-erdad y la que enseña y conserva la ver– dadera fe y religión, como los mismos Apóstoles la enseñaron y predi– caron; y que quien se aparta de dla y de la obediencia 'de su cabeza, que es el Sumo Pontífice, es hijo de perdición y monstruo disforme, añadiendo que, en testimonio de esa verdad, no só}o perdería la vida que gozaba, sino muchas que tuviera. Debajo ,de este presupuesto empezó a alegar textos de' la Sagrada Escritura, tradiciones apostólicas y Con– cilios, probando las verdades católicas que afirmó, refutando después los errores de Calvino aún con sus mismos textos, sacando por conclu– s1on de todo que sus secuaces mantenían tales errores más por vivir vida libre y relajada que por celo de la verdad y de }a religión. En
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