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i2ó MISIONES CAPUCH1NAS EN ÁFRICA para adelante, mandó llamar al Pr-efecto y le comunicó la carta, y de aquella sesión r,esultó determinar d rey que su confesor y el Padre Fr. Buenaventura de Cerdeña fuesen a Angola con •el carácter de em– bajadores suyos a pe:dir los cuatro religiosos que se decían estaban en u'il navío de aquel puerto, y, en caso de que los hubiesen llevado al Brasil, los hiciesen volv-er luego, o, dado caso que estuviesen ya en Europa, se declarasen sobre lo que determinaban hacer con los demás r eligiosos que en a-delante pasasen a su r-eino; para que con su r-esolu– ción tomase forma en lo que le conv,enía obrar, y les encargó la más breve resolución. 3.-El camino desde San Sailvador a Loanda, sobre ser de más de ochenta leguas, es sumamente fragoso y peligroso, y por ambas cau– sas 1e fué a dicho Padr-e molestísimo, aunque no por eso dejó día algu– no -de celebrar el santo sacrificio de la Misa, poniendo altar -en la cam– paña por no habe'r iglesia alguna en todo el resto del viaje. Acudían los moradores de los pueblos a oírla y vertían copiosas lágrimas de puro gozo, lamentándose por otra parte de su desgracia, pues había mu– chos años que no la habían oído. Dábanle al Padre mil bendiciones y le rogaban instantemente procurase socorrerlos con el pasto espiritual de que tanto necesitaban para su salvación. Ofr.eciós-elo para la vuelta del viaje y, no pudiendo detenerse, prosiguió el camino hasta Angola. Durante ,el viaje ,le libró nuestro Señor por virtud del: santo sacrificio el-e la Misa de innumerables riesgos de la vida, que se ofrecieron a cada paso , ya acometiéndole leones y tigres y ya otras fieras de que abunda mucho aquella tierra. 4.-Llegaron, por último, a Angola y les causó gran compas10n el v,er aquella ciuda!d de Loanda, que poco anties era de católicos, ya por su desdicha y pecados poblada de herejes, profanados sus templos, d-es– truídos los altares, reducidos a establos las iglesias o a lonjas de mer– caderes y, en fin, hecha un ·espectáculo y ruina de la divina justicia, que así castiga por sus vicios a los malos -católicos. El mismo día que llegaron, presentaron a los director,es las cartas de creencia y les pro– pusit:'ron la embajada del rey. Acordáronles el sentimiento de S. M. y que en los tratados de amistad y comercio, pactados y firmados de una y otra parte, había quedado capitulado : Que los holandes,es en manera alguna se habían de entrometer en puntos de religión ni estorbar el paso de los misioneros evangélicos que la Iglesia Romana enviase a aquellos r einos y provincias d-e sus dominios, y que, en virtud de eso, pedían les entregasen los cuatro Capuchinos que habían hecho prisio-

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