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II2 MISIONES CAPUCHINAS EN ÁFRICA la lengua portuguesa y en la de la misma tierra, al cual se le instruía primero muy bien; y, al tiempo de celebrar la Misa, después de aca– bado d Evangelio, se sentaba el celebrante o predicador en una silla y cerca de él s·e ponía en pie el intérprete, sobre la peana del altar. Di– vidían el sermón en tres puntos y, dicho el primero con la mayor ex– presión posible, mandaban al intérprete que lo repitiese en la lengua del país; luego, ,el segundo y el tercero, y se concluía el sermón. 7.-El fruto que de esta suerte se conseguía era, sin duda, admira– ble y no poco copioso, porque, aunque el medio par,ece desproporcio– nado, con todo eso, concurriendo 1a Divina Providencia con modo par– ticular, ·se sazonaba de suerte que daba su •efecto cumplido ; y si bien el intérpret,e no puede ,darle al razonamiento aquella ,ene'rgía y eficacia que el predicador, con todo eso, viendo sus acciones el pueblo y el fer– vor con que predicaba y al mismo tiempo estimulándoles las concien– cias sus culpas, cuando después por la voz del intérprete llegaban a oír la repetición de lo que el pr•edicador había dicho antes, juntándose lo uno con lo otro, se compungían y reducían a dolor de sus pecados. Los efectos de'l fruto que se hacían se manifestaban .claramente en la r 1 efor– mación de costumbr,es, porque fueron muchos los que dejaron las su– persticiones y ritos gentílicos y las concubinas y ·se casaron según Dios y la Iglesia disponen, y después vivieron en santo matrimonio y con edificación común. Este vicio infernal ,estaba tan arraigado en aquellas tierras, ~que era raro •el que •se casaba, teniendo cada hombre cuantas mancebas_podía sustentar, como hoy sucede en aquellos reinos de gentiles, y este punto es d que ha dado más que hacer a los m1s10- neros ·siempre y en todas partes. 8.-Las confesiones, que es donde hay más que admirar, se hacían también por medio de los intérpretes, lo cual no era cosa nueva en aquE.'l reino, antes sí muy antigua, y los penitentes se confiesan en esa forma de buena gana, así porque tienen en confesarse más sencillez y menos empacho, que otras naciones, como porque quedan más satisfe– chos a su parecer, diciendo sus petados inmediatamente al intérprete que al confesor, y ,es que juzgan que éste no está tan capaz de sus fla– quezas ni sabe sus malicias por ser ,extranjero , como el intérprete que e's paisano y vecino y lo alcanza todo para explicarlo como fué. En esta conformidad corrieron los misioneros algunos meses hasta que se enteraron bien de Ja lengua. Mas, aunque les costaba mucho traba– jo, era preciso valerse de ese medio, porque sino se estarían ociosos y no harían fruto alguno en largo tiempo , mayormente en esa tierra a

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