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104 MISIONES CAPUCHINAS EN ÁFRICA mediatamente él mismo por su mano señaló 'el distrito y fué poniendo a trechos unas estacas clavadas en el suelo por todo el ámbito, para lo cual s,e metió por medio de las matas y hierbas que estaban hamo cr,ecidas y llenas de agua d-el rocío de la noche, sin ser bastante a deteL nerie los corteses y humildes ruegos de ,ellos, ni poder recabar enco– mendase a . otra persona aquella acción. Con ésta y las demás demos– traciones de piedad y devoción ,edificaba a sus vasallos, los cuales, a vista de su ejemplo, procuraban imitarle en cuanto podían. Fué esto en tanto grado, que hasta los niños de po,ca edad les iban a besar el hábito y la mano cuando los encontraban. Otras veces, viéndolos pasar de lejos y no poder llegar a eso, se ponían d,e rodillas y les pedían la bendición ; mas lo ordinario ,era esperarles de rodillas y puestas las manos para que los bendijesen y, en habiendo r•ecibido la bendición, les hacían cortesía y se levantaban muy gozosos de su buena suerte. 6.-Al paso que crecía cada día más el afocto y devoción de la g,en– te para con los religiosos, se iba también aumentando el fruto espiri– tual ,de las almas por sus continuas predicaciones, pues, además de los sermones casi continuos, que priedicaban en la catedral, predicaban también en nuestra iglesia a la Misa conventual todos los domingos y fiestas de precepto. Los sábados por la tarde se hacían pláticas más br,e– ves ; después se cantaban las letanías de nuestra Señora, la Salve y va– rias oraciones y todo se concluía con un acto krvoroso de contrición. Los domingos por la tarde salían procesionalmente por las calles can– tando la doctrina cristiana en lengua conguesa, a la cual daban princi– pio los niños de la •escuela, luego se ingerían con ellos cuantas perso– nas iban ,encontrando por las calles y en habiendo dado vuelta por las más principales, se volvían a la iglesia ,del convento y allí se les expli– caban los misterios de nuestra santa fo y los mandamientos de la 1ey de Dios y de la Iglesia, teniendo para los muchachos algunos premios de devoción, que es el piadoso atractivo de su tierna edad. 7.-Tres días a la s.emana se r ezaba a coro el Rosario de nuestra Señora, con sus ofrecimientos en lengua -del país ; y a todos esos san– tos ejercicios asistían muy puntualE:s así los fidalgos como los señores más nobles ,de l_a corte. A la Misa de alba e ra siempre grande el con– curso y principalmente en los días d·e precepto y no por eso dejaban de oír otras muchas y con gran devoción y modestia, sino para darle a Dios las primicias del día. De ordinario ma,drugaban tanto , que una hora antes de amanecer ya solía haber más de mil personas esperando en la plazuela a que se abriese la iglesia . Habían tomado todos tal de-

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