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!02 MISIONES CAPUCHINAS EN ÁFRICA llos marítimos que se crían en una isle:ta dentro del mar, la cual está enfrente de Angola y viene a formar el puerto de San Pablo de Loan– da. lJlámase !la Isla del Rey por ser deJ dd Congo y a donde tiene la pesquería de ,dichos caracolillos. Esta viene a caer cerca de las dos bo– cas por donde ,entran ,en el mar el Dande y el Hengo, ríos de Angola. A la parte del Bengo yace el puerto de San Pablo, y aunque es ciudad marítima de Angola, toma el apellido de otra, por estar vecino a la isla de Loanda. De esos caracolillos hay sus diforencias, porque unos son mayores y otros menores. Los más pequeños son del tamaño de un grano de trigo, y ésos y los grand:es son de un mismo color y hechura.. Los que son mayores tienen más valor, de suerte que mil de ellos va– len por ,diez mil de los más pequeños. El modo de contratarlos no es por número, sino por medidas, que allí) llaman cofos, y ésas están mar– cadas con las armas re:ales. Esta, en fin, ,es la moneda de aquel reino y con ella se comercia entre ellos sin admitir otros metales (26). ::::-El Prefecto, habi,endo visto tan excesivo presente y reconocido que no era co1wenie:nte admitirlo, respondió a los fidalgos que lo lle– varon, diciendo: que ,lo estimaba sumamente, pero que él y sus compa– ñeros profesaban la Regla de nuestro Padre San Francisco, la cual les prohibía recibir no sólo dinero, sino también cualquiera otra limosna supe'rflua y de mucho valor, como lo era aquélla; que nuestro modo de vivir se practicaba mendigando, como pobres, pidiendo de puerta en puerta limosna, no d,e dinero o cosa semejante, sino de las cosas nece– sarias para vivir ,en su propia especie, por amor de Dios, sin poder te– ner hacienda alguna en la tierra ; y que así se volviesen con el regalo y de su parte y también d,e sus compañeros diesen rendidas gracias y que ya iría él a ponerse a los pies de S. M. cuanto antes pudiera. Cau– sóles notable a:dmiración esta renuncia a los fidalgos y, reparando en que el rey su señor sentiría :el que se volviesen con el regalo a su pre– sencia, ks motivó a instar al Pr,eíecto para que lo recibiese. No lo ad– mhió y para su seguridad les ofreció que él saldría a todos los ri,esgos que se les pudiesen ofrecer, pero que no temiesen la indignación del rey, porque Dios, por la intercesión de San Francisco, nuestro Padre, infundiría en su ánimo tal capacidad que echaría a la mejor parte cuan- (26) No era solamente en el Congo donde se usaban como moneda estos caraco– lillos, sino que, según testimonio del P. José de Nájera, Capuchino, misionero a me– diados del siglo XVII en el reino de Arda, próximo al Congo, se empleaban con ese mismo fin en toda aquella costa africana (Cfr. su Espejo Místico en que el hom– bre interior se mira prácticamente ilustrado, Madrid, 1672, «al lector", f. 9 v. y pá– gina 278).

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