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94 MISIONES CAPUCHINAS EN ÁFRICA y a diseminar sus herejías y lo que hizo entonces, manifestando pübli– camente ser profesor de la fe católica romana. En el segundo papel se contenía cómo después de haberse apoderado dichos holandeses, a foerza de armas, de Angola y de otras plazas de aquellas conquistas, y echado fuera los portugueses que las poseían, S. M. no sólo no l'es di6 auxilio a los holandeses. pero despachó diferentes personas por sus provincias, convidando a los portugueses que vagueaban por ellas para que fuiesen a su corte, donde los ampararía y defendería; que algunos aceptaron la oferta y que esos vivían y tenían en pie sus ha– ciendas ; pero que los que no quisieron valerse de ese favor habían perecido a manos de los holandeses, por ser ellos muy aborrecidos por su soberbia y ruines tratos con ellos ; que a ésos no los pudo defendler de la furia popular, como defendió a los otros, y que, aunque algunos dieron auxilio a los holandeses, fué irritados, y sin interv{:'nción suya ni poderlo remediar. 3.-Todo lo sobredicho sucedió por los años de 1640 y siguirnte, antes de llegar al Congo los Capuchinos; pero sin embargo, cuando llegaron a ese re"ino, ,el año 1645, todavía duraban las discordias entre las naciones, y no satisfechos los naturales, por el odio concebido con– tra los portugueses, quisieron acabar con ellos y sin duda lo hubie– ran hecho, si Dios poderosamente no los hubiera detenido y los reli– giosos no se hubieran interpuesto para templar a unos y a otros. De tan cristianos oficios y dignos de toda estimación, si se consideraran debidamente, resultó, para mayor corona suya, mover los portugueses con sus cavilaciones una oposición notable contra ellos, que les <lió mucho que padecer y en que merecer. Dios, empero, volvió por su causa y se desengañaron de sus vanas fantasías e imaginaciones fan– tásticas y, de desafectos y contrarios, se convirtieron en especiales devotos y bienhechores. 4.-Habiendo ya concluido el rey sus dependencias con los religio– sos y sincerándose con ellos de' las calumnias referidas, les <lió permiso para que pudiesen pagar las visitas que les habían hecho los maníes y fida1gos de la corte. Pagáronla, en primer lugar, al Ilustrísimo Ca– bi:Ido, estando congregado capitularment•e' en su iglesia. Y, después de recíprocos y urbanos cumplimientos, sacó el Prefecto ell Breve Apos– tólico que llevaba y se lo presentó y te pidió su bt'neplácito para acep– tar la ig.lesia, por ser en Sede vacante, y ei sitio que el r,ey guS!tase darles para su morada. Halláronse a la ·sazón el Vicario General, el Arcediano y otro canónigo anciano ; los demás estaban enfermos o au-

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