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LA MISIÓN DEL CONGO sus vasallos, le ponderó el gran cuidado que ponía e'n socorrerlos de misioneros apostólicos y le tendría en adelante. R,efirió todas las difi– cultades que se habían ofrecido no por su parte ni por parte de la re– ligión, sino por accident.e's de los tiempos y falta de embarcaciones. Que él y sus compañeros venían muy gustosos a servirle en lo que pudiesen, y que toda )a rdigión le amaba y 1e serviría ,en adelante, como lo vería por experiencia, en fe de lo cual ha.bía enviado a Roma dos de sus compañeros a pedir mayor número de religiosos, por reco– nooer eran pocos y muy dilatado ,el r•eino .. Estas y otras razones ex– presó el Prefecto con los más vivos afectos que' pudo, y ,el rey las oyó con singular alegría y ·1ies repitió las gracias por todo. Después se dis– currió sobre varias materias, en que se gastaron dos horas, y al fin de ellas se despidió de los Padr,e's, hadendo las mismas demostracio– nes que hizo a la entrada y con la misma humildad y r,everencia. De todo lo cual coligieron aquellos Padres cuán falsa había sido la voz que, así en España como ,en Soño, había corrido contra rey tan cató– lico, y que fué la emulación quien la <lió cuerpo. 8.-El día siguiente, que fué a l.os tres de septiembre de 1645, tu– vieron los Padres la audiencia pública de su embajada. Recibiól.a el rey en su capilla, después de haber oí,do Misa, y para esta función sacó la mejor gala de brocado de oro que t:enía. Estaba s,embrada de perlas y de otras piedras preciosas ; al cuello tenía pendientes diferentes ca– denas de oro, lazos y joyas de mucho precio. El sitial. ,era una silla labrada al uso del país, pero forrada en terciopelo carmesí y ricamente tachonado. A los pies tenía un tapete grande, con algunas. almohadas, todo •del mismo terciopelo, guarnecido con flecos y borlas de seda y oro. Asistieron en Ja capilla e:l capellán Don Miguel y a'lgunos de los manies o grandes del reino, que se hallaban en la corte. Pero afuera había número creódo rde tíltwlos y fidaJgos, y más afuera y en la plaza de palacio, había lucidísimos guardias y muchos escuadrones bie 1 n for– mados, puestos unos y otros en dos filas. Al tiempo <le entrar los Pa– dr,es se quitó ,el rey ,el sombrero y luego se puso de rodillas y fué abrazando cariñosamente de uno en uno a los rdigiosos y les besó el hábito por tres veces. Volvió después a la silla y los mandó sentar en asientos del país. Entonces el Pr,efecto, con el debido acatamiento, le puso en la mano el Brev,e que lleva))a de Su Santidad y la carta particular que Ie enviaba. Uno y oti·ü recibió de rodillas, vuelto el rostro hacia el altar, y, besando por tr•es veces así el Brev•e como la carta, con raras muestras de devoción puso uno y otro sobr•e' su cabe~ za, dejando a todos admirados..
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