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66 MISIONES CAPUCHINAS EN ÁFRICA rras civiles con que se ha arruinado eJ reino . Esta confina hoy por la parte de Oriente con la Etiopía, si bien media mucho país desierto, y su propio confín es el río Umba con el Zaire hasta el lago Aquebun– da y tierra de Mekmba. Al Septentrión está el reino de Loango ; al Mediodía el <le Angola, quedando sin confinar por el Occidente sin nación alguna, porque toda aquella costa mira al océano etiópico. Los ríos son muchos, pero los más principales y conocidos son los siguien– tes: el Zaire, Lelonda, Ambriz, iLo:u:, Onzo, Dande y el Bengo. El Zaire es d mayor ·de todos ellos. El reino ·es montuoso y tiene valles profundísimos, excepto aquella parte que está a•rcana al mar, que, sien-do muy arenosa, está igualmente más baja. 3.-El clima es tan nocivo a los naturales de Europa, que parece estar corrupto el aire para dlos, y de ahí resultan continuas enferme– dades de tabardillos y fiebres malignas. Y así es como de fe, que , en llegando los misioneros de Europa a estas tierras, luego enferman mor– talmente. Y, aunque salgan del primer peligro, no por eso se dan por seguros hasta volver a enfermar en las misiones de las provincias, y si entonces escapan, como no vivan y convalezcan en el mismo clima, no están seguros. La convalecencia de la primera enf.e'rme<lad dura muchos meses, y a veces un año, y entonoes llaman baquia.nos a los que salen de la enfermedad, que quie're decir seguros y de prueba ; si bien mejor se les puede dar el nombre de siempre enfermos, porque real– mente siempre viven achacosos y con el color del rostro como difun– tos. También sucede, en correspondencia d·e -esto mismo, que, con ser benigno el temple de Loanda, donde hay médicos, cirujanos y boticas, que en las tierras propias -del Congo no hay nada de eso, en recogién– dose los religiosos al hospicio que allí tenemos, luego enferman por causa •de la diversidad del clima. Y, aunque hay algunos enterrados en la bóveda <le él, ninguno ha muerto viviendo en él, sino viniendo de fuera con el mal de la muert•e. 4.-A esas enfermedades casi continuas y ardientes contribuyen mu– cho lo ardiente del sol, la corrupción del aire, la cortedad y vileza dé los manjares, la falta ordinaria -de agua, la gran distancia de unas po– blaciones a otras, el no haber especie alguna de caballerías, lo áspero de los caminos, sin v-entas ni mesones, que más par-ecen s·endas de ca– bras que caminos reales, y con ser tan estrechos y poco trillados de los pasajeros, están cercados de pajas, altas como media pica y grue– sas como las cañas de Europa. Todo esto ocasiona grandes fatigas e iinpide la ventilación del aire, y para nuestra descalcez es molestísimo,

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