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LA MISIÓN :DEL CONGO 59 ratificarse en la fe católica, que profesaban, y desde entonces venera– ron sumamente ese sacrosanto Sacramento. Encerróse después en el Sagrario con toda la música d,e instrumentos y asistencia de· toda aque– lla corte con luces, y quedaron pasmados y sumament,e gozosos, dando mil gracias a Dios y unos a otros mil parabienes por haber gozado de tan soberano favor y de la dicha que no consiguieron todos sus ante– pasados. Acabada la función, se volvieron los devotos Padres a Pincla, y d uno llegó con calentura y el otro ,erifermó dentro de pocos días, y aún vino a ser el primero que murió ; con que ya no había alguno sano que pudiese cuidar ele los naturak's ni aun de sí mismos. 9.-Fuéronse agravando las enfermedades de todos, y tanto, que era ver-daderamente espectáculo digno de la mayor compasión ver e'n aque– lla angustia tantos y tan piadosos ministros de Dios al abrigo de una pequeña choza, o, por mejor decir, al desabrigo de una cabaña que ni tenía puertas ni ventanas y sus pared-es eran de paja y el tejado de hojas de palma, por el cual entraban sin defensa el sol, la luna, el aire y ,el sereno, con cuyas influencias se les aumentaba el ardor -cl•e las ca– lenturas. Sus camas eran ele la dura tierra, sin más colchón que un poco de paja, y tan estrecha la habitación, que les •era pr,eciso encoger los pies para no tropezar unos con otros ; a que se añadía la circuns– tancia de verse en tierra extraña y sin conocimiento de sus moradores ni tener a quien volver los ojos sino sólo a Dios. Carecían de médicos y de medicinas, que por allá no hay nada de eso, y eran a todas horas perseguidos de hormigas, ratones y topos, especialmente de ciertas sa– bandijas llamadas dragoncillos, que no les d•ejaban reposar. Y en fin: se veían reducidos a tal miseria, que ya no esperaban otra cosa sino darse unos a otros sepultura ; para cuyo -efecto se prepararon todos con los Sacramentos, esforzándose uno a decir Misa para comulgarlos, siendo el primero que salió de esta vida el último que cayó enfermo, que fué el Padre Fr. José de Antequera, de cuya vida hablaremos al fin de -este capítulo, por ser muy digna de memoria para nuestro ejemplo. 10.-Pero, aunque todos se llegaron a ver tan próximos a la muer– te y por horas esperaban seguir a su santo compañero, con todo eso, contentándose el Señor por entonces con el diezmo, dejó con vida a los demás para que pudies•en trabajar en su viña y no quedasen aque– llas pobres almas destituidas de remedio y pasto espiritual. Consoló después su Maj!estad ,divina y confortó a sus siervos espidtual y cor– poralmente, de suerte que poco a poco fueron saliendo del peligro y

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