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MISIONES CAPOCHINAS EN ÁFRICA bajar incesantemente en la conv-ersión de aquellas almas. Cada uno pa– recía ·en ,el celo un San Pablo y con voz de trompeta que resonaba por todo el reino y aun por los circunvecinos, les pr,etlicaban penitencia y procuraban todos arrancar vicios y plantar virtudes cristianas casi no conocidas en aquel reino . Era tal la conmoción de la gente y el ferv,op de los predicadores, que ·se conocía bien hablaba por sus voces el Es– píritu Divino. Con este socorro del delo fué Dios servido lograsen en gran parte su trabajo y desvelo, aunque predicaban por medio de los intérpretes ; lo cual se reconoció por ·el gran concur.so de la gente a los sermones, Misas y Sacramentos, y -en que muchos dejaron las concu– binas y se casaron, viviendo de allí adelante cristianamente . 3.-A más de lo dicho, eran tantos los que acudían a recibir el san– to Bautismo, que hub_o misionero que en sólo medio día bautizó más de trescientos, e ntre párvulos y adultos. En tan cortos días se fué au– mentando el fruto de calidad que, para r-e'Cogerle con mayor providen– cia, destinaron unos para los bautismos, otros para predicar y otros para administrar los Sacramentos de la penitencia, Eucaristía y Extre– maunción, ayudar a bien fnorir y enterrar los muertos. A pocos días, viendo la gente ,el celo y caridad con que aquellos Padres cuidaban de todos, empezaron a publicar por todas partes que eran unos hombre.s venidos del cielo. Llamábanlos los Padres de la misericordia y les da– ban otros elogios semejantes. Acudía gente de las partes má,s remotas a recibir el santo Bautismo de su mano, llevando las madres a sus hi– juelos en los brazos muchas leguas, siendo espectáculo de la mayor ter– nura el ver llegar a todas horas numerosas tropas de hombres y de mu– jeres con sus criaturas, pidiendo ,de rodillas y a voces el santo Bautis– mo. Administrábanselo los Padres con suma benignidad, aunque con sumo trabajo , porque, ·como observaban todas las ceremonias del Ri– tual Romano y ~·ran tantos los que venían a recibirlo, apenas les daban lugar para comer y reposar. 4.-Fué preciso administrar este Sacramento solemneme nte, así por la mucha devoción con que la gente lo recibía, como por se r cosa nue– va en aquella tierra d ver bautizar con solemnidad, pero principalmen– te para quitar algunos abusos perniciosos que con el tiempo se habían introducido ; porque, cuando ,el sacerdote seglar bautizaba, no hacía otra ceremonia que poner al niño o adulto un grano -de sal en la boca, y dt·spués le -echaban el agua en la cabeza, diciendo : «Yo te bautizo en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo». Demás de esto había abierto la avarici a puerta a un gran desorden y tal que reti-
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