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Empiezan los m1s10neros a ejercitar su apostólico mm1s– terio; pártese para Europa el capitán Falconí con dos de ellos y enferman gravemente los demás. 1.-Después d·e tantas tribulaciones como hasta aquí padecieron nuestros fervorosos misioneros, viéndose ya en tierra y en la palestra deseada, empezaron a -ejercitar su minist,erio con increíbLe aplicación. Causóles gran lástima ver tantos millones el-e.' almas redimidas con la sangr,e preci·osísima de Cristo, casi en su último pr•ecipicio por faHa de mantenimiento e,spiritual y de quien se l,e administrase, teniendo todos generalmente pronta voluntad para recibirla. I-Iacía muchos años que car-ecía aquel r-eino ele operarios evangélicos y, sobre estar en él poco arraigada la fe, la vecin<la<l d-e los reinos gentiles tenía inficiona-dos 1-os ánimos y a muchos perv,erti-dos con el veneno de sus vicios y supersti– ciones. Carecían muchos del santo Bautismo y casi no s,e conocía otra cosa en todo -el Congo sino torpezas, manteniendo cada uno las man– c·ebas que podía sustentar, sin tratar de casarse. Son muy dadas al ocio aquellas gentes y amiguísimos ele bailes muy torpes y ejercían continuos latrocinios para mantener la vida. Sob1:e todo se gue rreaban unos a otros casi continuamente y sólo hacían grande aprecio de los hechiae– ros que ¡es enseñaban mil supersticione:s, fos cuales siempr-e han sido enemigos de los misioneros y por cuyo medio les ha hecho mayores daños el demonio. 2.-Reconoderon aquellos Pa-dres, no sin gran -dolor, el infinito nú– mero de, almas que en los siglos pasaiclos habían perecido y hallaron por buenos informes y experiencia que de cuatro partes -de la gent,e del rei– no, las tres eran ele g•entiles, y la otra, aunque estaban bautizados, de tan malos cristianos, que eran tan malos en las costumbr•e,s como los gentiles. Todo esto estimulaba grandrement,e a los misioneros para tra-
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