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52 MISIONES CAPUCHINAS EN ÁFRICA llamente en la promesa, se la concedió. Pero, apenas se vió libre, cuan– do ,empezó a prorrumpir en amé'nazas, diciendo a Falconi, en presencia de algunos, que, ,en Uegando aj puerto, le había •de echar a fondo su navío. Con este nuevo motivo volvió Falconi al conde, pidiendo le am– parase y a los Padres, pues el arrepentimiento del holandés se había ya explicado con nuevas amenazas contra todos. 14.-Apenas oyó el conde d suceso, cuando salió como un león a la puerta ·de su palacio e hizo señal die tocar alarma, dando desmesu– rados gritos e hiriéndose la boca con la mano aprisa. Brevemente se juntaron muchos ,escuadrones y marchó con ·ellos el mismo conde en seguimiento del holandés y de su factor, que iban huyendo a toda pri– sa; mas, como los negros son velocísimos en correr, a cosa de media legua .los alcanzaron y los hicieron prisioneros . Fueron llevados des– pués a Ja presencia del conde, quien había resuelto mandarlos degollar ; pero se ,suspendió el castigo por la interposición de muchos y haperse ,ellos humillado. Con todo eso mandó que le:s pusiesen en la cárcel y con buena guardia en la banza de Soño , y por instancias que hicieron, no les quiso dar libertad hasta que el capitán Falconi despachó todas sus dependencias. Pero, no obstante este resguardo, al salir del bajel los dos religiosos que quedaron •en él para des-embarcar las cosas de la misión y conducirlas a Pinda, experimentaron una grande alevosía de la gente del navio enemigo, porque, sabedores de lo que le pasaba a su capitán, apenas vieron desviarse la lancha de nuestro baj,el, cuando dispararon una pieza de bronce con bala, con ánimo de matar a los dos r-eligiosos. No lograron su mal intento, aunque pasó por medio de am– bos la bala, porque Dios los libró. P,ero, vi-sta la maldad, al punto les hizo responde.·r con otra mayor el piloto Báltasar López. Supo el conde el caso y fué en persona a la cárcel y amenazó al capitán con pena de muerte, si no mandaba a los suyos que se abstuviesen de ofender al na– vío de Falconi, y la amenaza foé de calidad, que le obligó a escribir al piloto, diciéndole: que si quería ve~e vivo dejase de molestar al navío católico. Con eso cesó tan porfiada y extravagante contienda y los re– ligiosos salieron •de sustos.
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