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50 .MISIONES CAPUCHINAS EN ÁFRICA devoción y rever<:'11cia a ellas y así el conde, como todos los demás, no cesaban ·de dar gracias a Dios por haberles enviado varones tan apos– tólicos. 10.-Por la tarde desembarcaron .los Padres con el capitán Falconi, excepto dos, uno sacerdote y otro lego, que se quedaron en el navío para decir Misa, confesar y consolar a la gente de él y para que des.– embarcasen y condujesen a Pinda los ornamentos y cosas de la misión. Los ,demás llegaron a Soño y, antes d e -entrar en la banza, salió inmen– sa gentie a recibirlos y, con tal alegría y devoción, que conforme iban pasando, les pedían de rodillas la bendición . Después de recibida s•e le– vantaban y hacían varias mudanzas , dando palmadas y cantando en su lengua N ganza, N pungit, que es lo mismo que sacerdotes de Dios, y esto lo repetían muchas veces . El conde, sabiendo su llegada, salió has– ta su puerta, acompañado de toda la nobleza, y los recibió con sumo afecto, abrazando a ca,da uno ,de rodillas, y después les hizo s•e'ntar. Sacó luego -el Prdecto el Breve de Su Santidad y le dió razón de su ida a aquel reino, y él lo tomó y con gran r,everencia lo besó y puso sobise la cabeza. Luego se lo entregó a su secretario para que se lo explicase en su ,lengua nativa; oíido después, oelebró con demostraciones católicas su ,dicha y lo muy agradecido que se hallaba al Sumo Pontífice por tal favor y beneficio. 11.-Pasó inmediatamente a ajustar la contienda de los dos capita– nes y mandó traer a su presencia al holandés, al que fué acompañando su factor. En llegando , como vió allí a los religiosos con sus crucifi– jos al pecho, se quedó atónito. Díjole entonces el conde que ,dij-ese lo que tenía que alegar en su pr,etensión. A lo cual, ciego de cólera y meno de turba-ción, respondió: que si había recibido disgusto por haber apor– tado a aquellas costas el bajel católico, donde los estados de Holanda tenían su comerció sentado sin su p,asaport•e, mucho más disgustado quedaba por haber conducido a los Capuchinos a aquel reino por ser enemigos ·de su religión protestante y, sobre todo , lo que más sentía era el v,er ·el grande afecto con que su Excelencia los élldmitía en su es– ta,do, contraviniendo •en ello a los pa,ctos con que s·e estableció el co– mercio, siendo uno de ellos el que no admitiría en sus tierras y puerto g,ente que fuese enemiga de Holanda. A esto r•espondió el conde como muy católico príncipe, diciendo : Que por gente enemiga de los holan– deses se entendía la que les hacía guerra con armas, pero no los mi– nistros ,evangél-icos enviados por el Sumo Pontífice; que él ,era hijo obediente suyo y de la santa Sede Apostólica, y que, si hubiera hecho
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