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A veces confesaban los saludadores ser superchería cuanto hacían. De uno de ellos cuenta Gaspar de los Reyes en su Campo Elysio -y lo trae Feijoo-, que estando en prisión «instaba con importunos ruegos al Car- celero sobre que le dejase salir un día de fiesta a saludar y bendecir a la gente que concurría, ofreciendo partir con él el dinero que había de sacar». Al fin confesó el embuste y dijo que así le iba lindamente, «porque con so- plar los días de fiesta gano lo que he menester para holgar, comer y beber toda la semana». (Feijoo, Teatro Critico, T. 111, Discurso Primero [Nueva edición, Pamplona, 1784, pág. 101. Viene asimismo en Del Folklore Astu- riano, de Aurelio de Llano Roza de Ampudia, Madrid, 1922, pág. 127). Ni la tradición, ni las prohibiciones eclesiásticas, ni los acuerdos conce- jiles nos dicen todas las características de los saludadores. Según el Diccio- nario de Ciencias Ocultas de Migne, tenían en el cuerpo una señal en forma de media rueda. Estos embaucadores decían descender de Santa Catalina, a quien, como es sabido, se representa en la iconografía religiosa con una rue- da, instrumento del martirio. El mismo Diccionario dice en otro lugar que en tiempos pasados hubo hombres en España de constitución o tempera- mento superior, a los que llamaban saludadores, santiguadores, ensalmado- res, hombres incombustibles, dotados de virtud no sólo de curar con su sa- liva toda clase de enfermedades, sino también de manejar impunemente el fuego. Podían tragar aceite hirviendo, caminar sobre carbones encendidos, pasearse tranquilamente sobre hogueras en llamas. (L'Abbé Migne, Dic- tionnaire des Sciences Occultes, 2 vols,: 1, 1846, Incombustibles, col. 877; 11, 1852, Salutadores, col. 477) 2. Acerca de la rueda de Santa Catalina dice Gaspar Navarro en su libro Tribunal de Superstición Ladina ( Huesca, 1631 ) que «estos saludadores. . . para encobrir la maldad, fingen ellos son familiares de Santa Catalina o de Santa Quiteria y que de estas Santas han recibido virtud para sanar de ra- bia ... y saludan con saliva y aliento no solo a los enfermos, mas también a los sanos; y saludan el pan y lo mandan guardar por reliquia». De los saludadores se afirma en unas notas amablemente cedidas por el Archivo de Etnografía de Cataluña que «saludan la sal; pueden detener en 2 Al leer u oir l a maravillosa virtud de caminar entre llamas y sobre ascuas sin quemarse, atribuida a los curanderos, queda uno atónito, no sabiendo qué admirar más, si el hecho en sí, o la fantasía del escritor. Hay, con todo, regiones no sólo en India, sino en España, donde el caminar sobre ascuas sin quemarse es una realidad. Lo hacen en la noche de San Juan los muchachos de San Pedro Manrique, en Castilla la Vieja. i' no sólo ellos, también una madre que tenia un hijito gravemente enfermo, una mucha- cha de familia hidalga sanpedrana. Más frecuente es el paso de la hoguera por los niños. Terminada tan arriesgada práctica, se inicia en el citado pueblo el baile de mozos y mozas hasta la mañanita de San Juan. (Revista de Dialectología y Tradiciones Popu- lares. Madrid, año 1947, pp. 78-85: El Portento de caminar sobre el fuego, por Pedro CHICO Y RELLO.)
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