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Dioscórides Anazarbeo, acerca de la materia medicinal.. . traduzido de len- gua griega en la vulgar castellana e ilustrado.. . con anotaciones.. . por el Doctor Andrés de Laguna, Médico de Julio 111, Pont. Max. Salamanca, Ma- thias Gast, 1566, pág. 612). Vistas de una parte las invectivas del Dr. Andrés de Laguna contra los saludadores, en quienes ve toda clase de maldades, y de otra la sumisión que muestra al parecer de la Iglesia «que los consiente», piensa uno si la tolerancia o aprobación eclesiástica no se reducía a mera constancia de buena vida y costumbres de los saludadores. Como queda dicho, los Ayuntamientos se oponían al tráfico de tales supercherías. Leemos en Gorosabel que Azpeitia en 1743 y Rentería en 1735 tomaron severas medidas para impedirlo. Renováronse las prohibicio- nes con ocasión de un caso ocurrido en Anoeta. Una niña fue mordida por un perro rabioso. El saludador, -esta vez era de Albiztur-, cumplió su ri- to con toda exactitud, pero encargó a los padres llevar la niña a cierta mu- jer de Hernani, para que le aplicase una piedra culebrera especial que poseía. Se hizo todo como lo mandó el curandero; pero sin resultado. La niña mu- rió a los 28 días. Y el mismo día de la muerte informaron al saludador de lo ocurrido, rogándole hiciese desde su casa el ensalmo consabido. Así lo hi- zo, pero en vano. Aquellas gentes quedaron persuadidas de ser el saludador el causante de la muerte de la niña, mediante la virtud que tenía de Dios para este efecto. (I.c., págs. 361-362). No han llegado a nosotros las fórmulas que usaban los bendecidores para curar la rabia, ni los ritos o ceremonias con que sincera o mentirosa- mente embaucaban a la gente. Mas quedan aún en boca del pueblo muchas prácticas que, si no las mismas, son hijas o hermanas de las empleadas por los saludadores de antaño. Nada tan divertido para el folklorista como re- pasar los cuadernos en que ha ido almacenando notas y más notas de creen- cias populares. El tratamiento de la hernia, por ejemplo, si bien es verdad que llevado a efecto mediante operaciones o uso de bragueros es de resulta- dos más prácticos y definitivos, no tiene, en cambio, la «poesía misteriosa» de los viejos sistemas curativos populares. Me refiero a la hernia infantil. ¿Cómo la curaban, mejor dicho, como dicen que se cura o se curaba esta desgracia infantil? En Lesaca (Navarra), de la siguiente manera. A la me- dianoche de San Juan se lleva el niño a una determinada arboleda. Hecha en cierto árbol una incisión, levantando la corteza, se pasa el niño por la hendidura. Tres hermanos, o tres que se llamen Juan, han de ser los ofician- tes de la ceremonia. Al pasarse la criatura de mano en mano, dicen así: To , Juan; Toma, Juan; Ekarrak, Juan; Tráelo, Juan; Artzak, Juan. Toma, Juan.

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