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6. Cumaná y Cubagua: ensayos de conquista pacífica y explotación violenta En Cumaná, calurosa y agitada ciudad del litoral nordeste de Venezuela, se levanta -sólido, imbatible- el castillo San Antonio, construido en el año 1522. A la sombra de sus muros pervive aún el recuerdo del "más generoso de los ensayos, único en la historia de los imperios", el de "una de las más ambiciosas e imposibles em– presas de evangelización pura, la primera en la historia de los orí– genes del Nuevo Mundo". Estos calificativos no han brotado de la pluma de un poeta o de la boca de un demagogo; son del exigente y bien documentado historiador Pablo Ojer. Desde el sermón-denuncia del dominico fray Antonio de Mon– tesinos en la ciudad de Santo Domingo, a fines del año 1511, y a partir de la ruidosa conversión del clérigo encomendero Bartolomé de Las Casas en Cuba, en 1514, un grupo de apóstoles contes– tatarios comenzó a agitar las conciencias de las más altas dignida– des de la Corte española. Era preciso, según los frailes impugnado– res, dar un viraje revolucionario a la conquista recién iniciada del Nuevo Mundo, pues aunque se estaba llevando a cabo en nombre de Cristo y con un generoso envío de misioneros pagados por el era– rio real, de hecho no dejaba de ser una empresa guerrera con toda su secuela de destrucción e injusticia. A pesar de los enconos y burlas que suscitó, la voz acusadora y subversiva de los frailes fue atendida por la Corona y, contra to– do lo previsible, se intentó un cambio radical en la política de las Indias. En efecto, la costa norte de Venezuela, desde Cumaná has– ta el lago Maracaibo, fue seleccionada para ensayar un nuevo esti– lo de conquista: la conquista pacífica. Esta debía ser realizada por misioneros dominicos y franciscanos "sin otra gente ni manera de fuerza alguna", en expresión de una cédula real de la época. Bajo pena de confiscación de navíos y mercancías, la costa debía per– manecer libre de toda incursión de españoles, a fin de evitar que aquellas tierras fueran "alborotadas e escandalizadas de cristianos", de modo que los misioneros pudieran evangelizarlas "como lo hicie– ron los apóstoles". 93
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