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A pesar de la oposición del obispo y del clero diocesano, los frailes no cejan en su empeño. Protegidos por el Cabildo y por el licenciado Vadillo, construyen una iglesia de sesenta pies de largo por treinta de ancho, donde comienzan a reunir semanalmente a los marginados de la ciudad: los esclavos negros y los indios de las en– comiendas. Con manifiesta satisfacción informaban los frailes pioneros: "La casa que hasta agora tenemos fecha es de paja y hay en ella lugar para poder estar cuatro religiosos con harto trabajo, y hay una iglesia así mismo de sesenta pies donde continuamente se dicen las horas y se celebran los divinos oficios, que no ha sido de poca consolación para los vecinos de esta ciudad". Un informe de fray Diego Sarmiento, el segundo obispo de la sede santiaguera, dice que hacia 1544 residían en el convento tres o cuatro religiosos, los cuales, en sus correrías apostólicas, evangeli– zaban a los indios de Bayamo y Puerto Príncipe y que, cada domin– go y día festivo, dedicaban hora y media a la catequización de los negros y de los indios de Santiago, a pesar de la oposición de los encomenderos. Tareas parecidas realizaron los religiosos del convento de Baya– mo, fundado en el año 1534. Devastadoras epidemias y suicidios colectivos diezmaron a los indígenas, oprimidos por los trabajos forzados y la esclavitud. A los sobrevivientes les llegó la anhelada libertad entre los años 1549 y 1553, cuando el gobernador Gonzalo Pérez de Angulo hizo aplicar fiel y enérgicamente las Leyes Nuevas de 1542, que declaraban li– bres a todos los indios. San Francisco de La Habana: orígenes y vocación misionera La Habana comienza a desarrollarse en la segunda mitad del siglo XVI. En 1570, el viajero inglés Juan de Chilton anota que su puerto es "el más importante de cuantos el rey de España tiene en las Indias". En ese mismo año se establece en La Habana el go– bierno central de Cuba. La floreciente villa, ordenada "en cuadra e por sus calles", adquiere título de ciudad en 1592. Para entonces el agua le llegaba -abundante- por la Zanja Real; el castillo de la Fuerza defendía de ataques y sobresaltos a los cuatro mil habane– ros (en el censo no entran, naturalmente, los esclavos...), mientras el Morro surgía -poderoso- de sus cimientos. Los vecinos de la capital cubana eran alegres y fiesteros. Las prudentes ordenanzas que les impuso en 1574 el visitador y juez de 81
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