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4. En el punto de arranque de la historia de Cuba Siempre que se abren las páginas de la historia de un pueblo, se abren también -dolorosamente- sus llagas. Todos los pueblos están heridos en sus entrañas. Ya en la primera página de la his– toria de Cuba -isla cuya luz brilla con una luminosidad particu– lar en el Caribe- borbolla sangre, arde la llama de la violencia. Cuando, en el año 1511, se inicia la conquista de la isla, su es– tratega, el capitán Diego Velázquez, es ya un cuarentón. Un cas– tellano maduro, comedido y práctico; pero, después de todo, un hom– bre de armas, hecho a la moral sui generis de la guerra desde que peleara en Italia a las órdenes del gran capitán, Gonzalo de Córdo– ba. En la isla Española, Velázquez había sido encomendero y pobla– dor. Allí había fundado cinco villas y guerreado con los nativos. Era rico y -en frase de Las Casas, no exenta de acrimonia- "expe– rimentado en derramar sangre de indios". Arribó a Cuba al frente de unos trescientos hombres y ostentan– do el título de Almirante. Los reyes de España le habían encomen– dado que conquistara la isla y explotase sus riquezas "lo mejor que se pueda", procurando tratar a sus habitantes "con buena manera y recaudo". Velázquez acató estos buenos consejos como hombre rea– lista y experimentado, es decir, según las conveniencias de cada mo– mento. Asió la espada con guante de seda, pero aun así segó vidas y sembró terror. La primera víctima fue el indio Hatuey. Su atroz martirio -"lo hubieron vivo de quemar, atado al palo", según Las Casas- fue un escarmiento tácticamente calculado por Velázquez, quien justificó el hecho aduciendo que "con la muerte suya se ase– guró y salvó mucha parte de la isla". Otro golpe de corte terrorista fue la matanza del pueblo de Cao– nao, en el centro de la isla, donde los soldados de Velázquez aca– baron con cien indios según confesión del conquistador, o con dos mil según Bartolomé de Las Casas. Para Yelázquez, aquel castigo fue digno de elogio, pues -son palabras tomadas de su informe al Rey– "con este ejemplo se hicieron de paz todos los de la comarca". Combinando, pues, golpes certeros y escaramuzas, astucia y "co– medimiento", Velázquez conquistó Cuba en un lapso muy breve y con un saldo relativamente bajo de muertes. El quería los indios vi- 75
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