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injusticia social como motivo del abandono del campo de apostola– do por parte de los frailes. Al parecer, el padre Infante y sus compa– ñeros de apostolado en Puerto Rico tenían clara conciencia de que no tenía sentido hacer cristianos a los indios si, al mismo tiempo, las injustas estructuras sociales reinantes negaban a éstos sus mí– nimos derechos humanos. La alternativa más radical consistía en sacudir el polvo de los pies y abandonar el sistema y... también a sus víctimas. La otra al– ternativa, al parecer más realista, está descrita, como en símbolo, en el siguiente episodio que reporta el mismo padre Juan Infante en su citado memorial. "Una vez, estando en la isla de San Juan con muchos frailes, un piloto de nuestra nao tomó una india moza y la forzó contra su voluntad". La indignación fue general a bordo, se pensó en ahorcar al marino, pero luego, reconsiderando la situación, desistieron del intento "por no nos dejar sin piloto". Por buenas o malas vías, para bien o para mal, en la nave de Puerto Rico -y en la de América- indios y españoles, invadidos e invasores, navegaban ya juntos por los mares de la Historia. Ya no era posible, recurriendo a criterios simplistas y expeditivos, con– denar en globo a los unos y pretender salvar a los otros, dejando la nave sin piloto. Se comprende, pues, que no todos los frailes fue– sen partidarios de medidas extremas ni de actitudes radicales. Siem– pre cabía esperar una mejoría en la situación. En lo que se refiere a Puerto Rico, el mismo año en que el pa– dre Infante escribió su informe, fue nombrado Gobernador de la isla don Antonio de la Gama, quien, para 1521, había puesto en comple– ta libertad a todos los indios que trabajaban en la granja real de Toa. Más tarde, el obispo que sucedió a don Alonso Manso, don Ro– drigo de Bastidas, da a conocer que los indios libertados "gustan de vivir donde nacieron y, por no desabrirles, les dejamos a toda su libertad". Para entonces, los franciscanos se habían ausentado de Puerto Rico. No regresarán a la isla hasta el año 1634. Mientras trabaja– ron en la ensangrentada tierra de la isla del Encanto, -así se llama a Puerto Rico en el lenguaje de la música y del verso, del amor y del patriotismo-, los franciscanos optaron por los pobres, por los in– dios encomendados y esclavizados. Unos, denunciando los abusos; otros, dando la mano a los oprimidos. Esta opción no fue fácil, pues tuvieron que remar contra corriente. También a ellos -oscuros hé– roes condenados al fracaso- les alcanza este varonil elogio de la an– tropóloga Laurette Sejourné: 72

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