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no se oía la voz del Evangelio por la extrema escasez del clero, lle– garon los franciscanos. La historia de su presencia y de su acción en Puerto Rico en esta su primera época es muy oscura y fragmentaria y se sostiene en algunos informes tan dispersos, que impiden componer un cuer– po de conclusiones ciertas y bien fundadas. Pero vale la pena seguir las inseguras huellas de aquellos frailes, cuyo sino fue, en verdad, doloroso, pues tuvieron que callar cuando querían gritar, y cuando, a pesar de todo, gritaron, fue para comprobar que nada se logra– ba con gritar. Franciscanos sin nombre y sin figura A los dos días de la llegada del obispo don Alonso Manso, el 27 de diciembre de 1512, el navío Santa María de la Consolación fondeó en la desembocadura del río Grande de Añasco, llamado Puerto de San Germán, al oeste de Puerto Rico. Un oficial de la re– cién estrenada colonia apunta los nombres de los pasajeros que to– man tierra: el comendador don Rodrigo de Moscoso, con su cria– do Francisco, de raza negra; Juan de Orozco, Luis de Aguilera, Es– teban de la Rosa; Francisco Vaca (con Juan, esclavo), Alonso Fer– nández Cepeda, Juan Castellanos, etc., y dos padres de San Fran– cisco. Al descuidado registrador se le olvida anotar los nombres de los religiosos y, así, los dos pobres frailes pasan a la Historia anó– nimos, sin rostro y sin figura. Probablemente no eran ellos los primeros franciscanos en lle– gar a la isla, pues en unas instrucciones enviadas a las autoridades de Puerto Rico por el rey Fernando en el mes de julio de 1511, les hablaba de una anterior actuación de "religiosos e clérigos e flaires" en la isla. (Los únicos "flaires" que por aquellos años evangeliza– ban en el Caribe eran franciscanos). De todos modos, los dos religiosos encontraron una entusiasta protección en el conquistador de Puerto Rico, Juan Ponce de León. Este, en las capitulaciones que· formalizó en 1509 con el goberna– dor Nicolás de Ovando, había pedido que enviara a Puerto Rico "clérigos que digan Misa; vea Vuestra Merced si manda que vayan frailes, inviándolos el Provincial, y si frailes no fueren, sean cléri– gos". A lo que Ovando, amigo de los franciscanos, contestó: "Se escribirá al padre provincial, encargándole que imbíe allá algún fraile". También por parte de Juan Cerón y Miguel Díaz hallaron los franciscanos buena acogida. No en vano el rey, el día 25 de julio de 1511, dio a los dos sucesores de Ponce de León las siguientes órde-. nes: 69
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