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3. Difícil alternativa en Puerto Rico La colonización de Puerto Rico tuvo unos comienzos inocentes, casi bucólicos. El maestre de la nao Santa Cruz, Alonso Cansino, el día 8 de agosto de 1505 y a nombre de Vicente Yáñez Pinzón, soltó en algún discreto paraje de la isla "dos puercas y un puerco, varias cabras y un cabrón", dejándolos que se criaran y multipli– caran a su aire, como Dios manda. En 1508, el conquistador y colonizador de Puerto Rico Juan Ponce de León, después de haber dejado su carabela al pairo, re– corrió la isla repartiendo sonrisas entre indios y caciques, y logró que uno de ellos, el después célebre Agüeybaná, le cultivara unos conucos de yuca. Ponce mismo labró dos fincas de regular exten– sión, una junto a Villa Caparra -la primera capital de la isla, fundada por él- y otra a orillas del río Toa. Hasta el rey mostró un interés personal, casi piadoso, por la suerte de Borinquen. "Deseo ver esa isla bien concertada y muy bien poblada, como cosa comenzada a plantar de mi mano", escri– bía el 23 de febrero de 1512. Dos años antes, en el mes de marzo de 1510, había nombrado a Juan Ponce de León como Capitán Go– bernador, para que proveyera "a la paz e sosiego e buena goberna– ción de la isla". La escalada de la violencia Pronto se llevó el diablo tanta buena voluntad. En 1509, el ca– pitán Gil Calderón obtuvo de las autoridades que, para labrar sus tierras y "coger algún oro", pudiera servirse de los indios, aunque -eso sí- pagándoles "a su contentamiento". Ese mismo año llegó a Puerto Rico el señor don Cristóbal Sotomayor, hijo de condes y secretario en la corte de los Reyes. Sotomayor vino provisto de ciertos peligrosos privilegios, es decir, con facultades para dar y repartir "vecindades e tierras e indios e naborías" a todos sus pania– guados. Y con él llegaron a la isla individuos de sangre caliente, como Diego de Cuéllar, quien no tardó en enzarzarse en disputas y estocadas con el cacique Hucuyoa. Sotomayor se apropió de las mejores tierras de Aguada y puso a trabajar en ellas a los súbditos del cacique Agüeybaná. No contento con la mano de obra de que 63
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