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El fraile que confió en el guerrillero Viendo que nada se lograba por la fuerza, la Real Audiencia optó por los medios pacíficos, y en la primera persona que pensó para hacer desistir de su actitud a Enriquillo fue en Remigio de Fox. Este había vuelto de México en 1527, después de una entrevista en Pánuco con su amigo y bienhechor de la Orden Francisco de Ga– ray, constructor de la Casa del Cordón en Santo Domingo, "Algua– cil Mayor de las Indias" y alcaide de la fortaleza de la villa de Yá– quimo en 1514. A principios de 1528, Remigio de Fox recibió de la Audiencia los documentos que le acreditaban como representante oficial del Gobierno para hacer las paces. En un barco que operaba un tal Luis Hernández, vecino de Yaguana, se trasladó a la fortaleza de Yáquimo, cuartel de las operaciones bélicas o "entradas" que se ha– cían contra los guerrilleros. Al frente de estas operaciones estaba entonces el capitán Hernando de San Miguel, quien disponía de unos ochenta soldados. Capitán y fraile hicieron diferentes salidas para dar con Enriquillo. En una de ellas, en la que Remigio se ha– bía hecho acompañar de un cacique llamado don Rodrigo, fueron sorprendidos por una banda de sublevados. Enriquillo no estaba presente. El cacique Rodrigo, con quien, al parecer, los indios alza– dos tenían cuentas pendientes, fue ahorcado. El pobre fray Remigio, despojado de su hábito, volvió al convento en paños menores... A pesar de este primer fracaso, San Miguel y fray Remigio no desistieron de su intento y, al fin, lograron tener una entrevista con el jefe rebelde, si bien no cerraron trato alguno. En un tercer intento, en el que, incluso, utilizaron redobles de tambor para lograr que acudiera el cacique alzado, nada obtuvieron. Al parecer, no estaban aún los ánimos para concertar paces, pues por aquellos mismos días los guerrilleros "vinieron a una estancia del mismo capitán (San Miguel) e se la destruyeron, e mataron ciertos indios, e llevaron ciertas indias e cavallos, e todo lo que en la estancia avía, e quemaron los bo– híos". A pesar de estos desmanes, Remigio de Fox no desfallecía en sus esperanzas de pacificar a su antiguo discípulo. En el año 1529, el nuevo presidente de la Audiencia de Santo Domingo, el obispo Sebastián Ramírez de Fuenleal, escribió al ca– cique rebelde "asegurándole en el Real Nombre de Vuestra Majestad e perdo– nándole todo lo pasado, y demás, que lo livertaba a él y a los otros indios que allí avía para que viviesen por sí en toda li- 57

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