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Como siempre sucede, el cambio de política iniciado por los je– rónimos despertó la más cerrada oposición tanto en España como en Santo Domingo. En la Corte, el influyente encomendero Lope de Conchillos movió hábilmente sus poderosos resortes. Bartolomé de Las Casas, no obstante haber sido el principal consejero de Cisne– ros en el proyecto de las reducciones, acabó oponiéndose a las tác– ticas de gobierno de los jerónimos. Otro enemigo de éstos y de sus planes de libertar a los indios, el licenciado Lucas Vázquez de Ayllón, salió electo, en agosto de 1518, como representante de los cabildos de Santo Domingo ante la Corte. Y para colmo de desgra– cias, el día 8 de noviembre de 1518 falleció el cardenal Cisneros. Con su muerte, murió también la llamada Utopía Españolense. El gobierno de los jerónimos había comenzado a resquebrajar– se meses antes, pues, el 16 de agosto de 1518, su oficial más cali– ficado, Alonso de Suazo, fue suspendido de su cargo y, una sema– na después, los mismos jerónimos fueron privados de algunos de sus poderes. El puesto de Suazo fue ocupado por Rodrigo de Fi– gueroa. A todos estos reveses causados por los poderosos encomende– ros de la Española se sumó otra calamidad: una epidemia de vi– ruelas que diezmó la población indígena. "E mueren hasta el presen– te casi la tercera parte de los dichos indios" -comunicaron, angus– tiados, los jerónimos en enero de 1519. Derrotados por una oposición cada vez más unánime, los Vi– sitadores jerónimos regresaron a sus monasterios de España, y Rodri– go de Figueroa, dueño de la situación, se encargó de restablecer el "orden" que exigían las nuevas circunstancias. Paró en seco la cons– trucción de los pueblos de indios y, de treinta ya establecidos, sólo permitió que sobrevivieran dos, "en probanza de vida política". Se imponía un nuevo ritmo en el experimento indigenista, más lento, más prudente y más conservador. A pesar de este cambio de panorama, fray Pedro Mejía no se de– claró vencido y siguió activo en la lucha empeñada a favor de la li– bertad de los indígenas. En 1525, sus sugestiones en pro de los opri– midos recibieron el apoyo de una Real Provisión. Al año siguien– te (9 de noviembre de 1526) el emperador Carlos V le encargó que trabajara en liberar y organizar en reducciones a todos los indios en quienes "hubiere habilidad y capacidad para poder vivir por sí en puebios en orden y manera de cristianos y en paz", pues ernn libres "y han de ser como libres tratados". El padre Mejía trabajó con entusiasta voluntad en la ejecución de estas gratas órdenes. Pero era ya tarde. Todos sus esfuerzos fra– casaron. El sistema de la encomienda había destruido la pobla– ción indígena de la Española, Puerto Rico y Cuba en sólo veinte 54

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