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Proyecto de modelación del indio en sistema de libertad El eterno conflicto entre la conciencia moral y el interés eco– nómico, entre el deber de servir a los débiles y la tentación de ex– plotarlos, aparece constantemente en los documentos oficiales que se relacionan con la política indigenista practicada en la isla de Santo Domingo durante las primeras décadas del siglo XVI. En al– gunos de ellos se pretende armonizar -vaya usted a juzgar con qué sinceridad- dos extremos en la práctica irreconciliables: instrucción religiosa y "pulicía", por una parte, y encomienda y trabajo forza– do, por otra. Un Real Poder del 9 de diciembre de 1518 -va por vía de ejemplo- se expresa así: "habemos siempre tenido y deseado que los caciques e indios naturales de las Indias fuesen buenos cristianos... y porque pare– ció que esto no se podía hacer sin la comunicación de los cris– tianos españoles, Sus Altezas acordaron que los dichos indios se encomendasen a los dichos cristianos españoles para que los industriasen y enseñasen las cosas de nuestra santa fe católica y los mantuviesen, sirviéndose de ellos en sus haciendas y minas". En otros documentos, sin embargo, la Corona no trata de jus– tificar el sistema implantado; confiesa, más bien, y sin rebozo, las injusticias que se derivan del mismo. "Fuimos informados -reco– noce una Real Provisión del 23 de abril de 1528- que a causa de estar encomendados los dichos indios... venían en tanta disminu– ción que se iban acabando, principalmente por el mal tratamiento y demasiado trabajo que las dichas personas que los tenían enco– mendados les daban". Más de una vez pretendió el Estado enmendar la plana, para, a la postre, reconocer que los cambios propuestos habían desembo– cado en nuevos fracasos. En esta cadena de cédulas y contracédu– las, de leyes y derogaciones, al último eslabón a que se llegó en San– to Domingo y Cuba, fue un ensayo -noble ensayo, rayano con la utopía- de modelación humana del indio en libertad. El revolucio– nario conato que suprimía la encomienda fue obra del Regente fray Francisco de Cisneros. Para llevarlo a efecto, envió al Caribe en cali– dad de visitadores a los religiosos jerónimos Bernardino de Manza– nedo, Luis de Figueroa y Alonso de Santo Domingo, quienes lle– garon a la capital de la isla Española el 20 de diciembre de 1516, animados de muy nobles propósitos: "acallar los grandes clamores y querellas de parte de los dichos indios". Tras ellos llegó -justiciero e insobornable- Alonso de Suazo. En su condición de juez de residen.cía traía entre manos una tarea más que regular: "exigir cuentas a todas las justicias que hasta aho- 48

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