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"Los indios que están en las islas donde hay cristianos, que son la Española y Cuba y San Juan y Jamaica, son libres, puesto que no han repugnado a la doctrina evangélica... y condeno de todo en todo la manera pasada, que era encomendarlos a los cristia– nos, porque los han muerto de excesivo trabajo". A pesar de las protestas del padre Montesinos, la encomienda no se detuvo, al contrario, en el año 1514, treinta y dos mil adultos y veintitrés mil cuatrocientos cuarenta y cuatro ancianos y niños, en total, cincuenta y cinco mil trescientos cuarenta y cuatro indios, fueron repartidos entre setecientos cuarenta y tres españoles. El sistema de las encomiendas, sancionado y legalizado oficial– mente, daba pie a los abusos más intolerables. En un informe del 4 de junio de 1517, firmado por los Provinciales franciscano y domi– nico y varios religiosos más de ambas órdenes, entre ellos dos de los franciscanos traídos por Remigio de Fox en 1516, se exponen es– tos abusos en forma dramática: "Estos (indios que trabajan en las minas) y los de las estancias y los de los ganados eran tan cruelmente tratados de aquellos mineros o estancieros o ganaderos que dicho habemos, que nin– guno de todos los hombres del mundo que en duro cautiverio es– tuviesen se podían igualar a la miseria y desventura de aquestos desventurados indios". Y siguen detallando torturas y vejaciones. Dos años después, la misma Corte vino a reconocer que "por larga experiencia avernos visto que de aver hecho reparti– mientos de indios en la isla Española y en las otras islas... han venido en grandísima disminución por el maltratamiento y dema– siado trabajo que les han dado". El día 27 de mayo de 1517, franciscanos y dominicos manco– munados presentaron un parecido informe a los nuevos gobernado– res de la Isla, los padres Jerónimos. Se conserva también un vio– lento memorial, escrito en latín, que los franciscanos llegados con Remigio de Fox dirigieron al cardenal Cisneros, amenazándole con volverse a sus tierras de origen si no se ponía remedio a las injus– ticias en la isla. Esta actitud de protesta escrita por algunos franciscanos, y de abierta lucha con los representantes de la Real Audiencia por otros, -como la que mantuvo fray Antonio Pedroso-, significa que para ellos, en el enmarañado asunto de las encomiendas, la única solu– ción conforme con los dictados de la conciencia cristiana era la su– presión del sistema. Eso se intentó en la llamada "utopía españo– lense" de los padres Jerónimos, y a cuya implantación se consagró en cuerpo y alma el padre Pedro de Mejía. 47

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