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Comprensivo y pastoral, aprobó el sistema de los llamados "fis– cales", catequistas dotados de cierta preparación y liderazgo, que di– rigían la vida de las comunidades cristianas en ausencia del misio– nero. En vista de la extrema escasez del clero, ordenó sacerdotes a algunos de estos catequistas, medida por la cual fue denunciado ante el rey y reprendido por éste. Después de haber dado "raros ejemplos de santidad y edifica– ción", Oré volvió de su visita pastoral profundamente defraudado en vista de la frialdad y obstinada rebeldía mostrada por los inaios ante las exhortaciones de sus capellanes y misioneros. "Entre los fuertes de la frontera -escribía en 1627- hay unas reducciones de indios amigos, los más de ellos infieles y algunos bautizados, pero mal convertidos. En la reducción de San Cristóbal y del Talcamá– vida están dos religiosos de la Compañía que trabajan con poco fruto en la conversión de los indios". La resistencia de éstos a acep– tar la fe provenía de la guerra que les hacían los cristianos. Sobre el particular, Oré opinaba que el ejército español debía respetar las condiciones que pedían los araucanos para cesar en sus hostilida– des, y tratar de conquistarlos pacíficamente. Así se expresó en carta dirigida al rey Felipe 11. Fray Luis Jerónimo de Oré falleció el 30 de enero de 1630. Con– taba setenta y seis años. Su experiencia como obispo de la Concep– ción había sido tan breve como decepcionante. No era tarea fácil edificar "esta Iglesia y nueva Christiandad de esta Indias", de la que hablara con tanto optimismo en 1583 el III Concilio Provincial de Lima. Aún quedaba mucho trabajo por realizar. Dar unidad y conte– nido al nuevo mundo indiano no era empresa de un solo hombre ni de una sola época. Tampoco de una sola Orden. Pero había que dar, con el citado Concilio, "muchas gracias a Dios nuestro Señor, que con ojos tan piadosos se ha dignado de mirar" a su Iglesia del Nuevo Mundo. Porque los nuevos apóstoles siguen la tarea de sus predecesores. Porque ningún esfuerzo es completo, pero todos son útiles y generan otros más eficaces. Oré había sembrado. Otros re– cogerían el fruto. El mismo año en que murió el obispo franciscano -1630-, un jesuita belga, el padre Francisco Van Den Bergh, comenzó a evange– lizar a los indios de Chiloé por medio de versos cantados, con aquel mismo método que divulgara treinta años antes fray Luis Jerónimo en su Symbolo Catholico Indiano. En 1637, el padre Serrano de Castro, después de recorrer la mayor parte de las diócesis y misiones de América, pudo afirmar que Oré había sido "uno de los religiosos a quien más deben los indios de todo el Perú, Chile, Tucumán y Brasil". 387

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