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-Camina cincuenta leguas para llegar al convento de Santa Isa– bel de Utinahica. Es saludado con cariño por algunos indios in– fieles en las rancherías por donde 2asa. -Oré y sus acompañantes ascienden en canoas a la región de Gualé. En San José de Zapala, a 18 de diciembre de 1616, ce– lebra capítulo. Es elegido Superior el padre Pareja, "que ha más de veintidós años que trata en la conversión de los indios". Aquellos misioneros de la Florida, que vivían en suma pobreza, alimentándose habitualmente con gachas de maíz, y que conocían y trataban al índio "cual si sus madres fueran", ganaron muy pronto la voluntad del Visitador Oré. En particular el padre Francisco Pareja, autor, como él, de catecismos y gramáticas en lenguas indígenas. Ni el Symbolo Catholico Indiano ni el Rituale Peruanum del padre Oré habían llegado a las misiones de la Florida, pero en ellas seguían, fundamentalmente, los mismos métodos propuestos por él en sus obras. "Digo -informa el padre Pareja- que los más aprove– chados van adelante en las cosas de la fe y entre ellos hay indios que ofician y cantan... y acuden para oír la Salve que se canta en los sábados... y se juntan en la casa de la comunidad a enseñarse unos a otros el canto y a leer". Las frases que utilizaban los misio– neros de la Florida para describir la Creación, recordaban a Oré las que él escribiera en su Symbolo. "Que sólo había un Señor, Cria– dor de todas las cosas y les criaba todas sus comidas, ansí pescado como conejos, venados y otras cosas, y era el que había criado el cielo y la tierra, y el que había criado el sol y la luna y las es– trellas..., las flores de los campos, las humildes abejas, los pajarillos, las pequeñas hormiguillas". Igual que en Perú, en la Florida se utilizaba el canto como ve– hículo de enseñanza. "Contiene este canto -advierte el célebre mi– sionero y poeta fray Alonso Escobedo- una plática que hice a los amigos cristianos y a los enemigos indios declarando cuánto aborre– ce Dios la soberbia y ama la humildad". Sin duda que la corta experiencia misionera de Oré en la Florida le supo a rosquillas. Allí comprobó una vez más cómo la Iglesia de América nacía de las misiones. Haberlas fomentado con sus escri– tos y dedicación personal era la gracia más grande que Dios le había concedido. Desconocía aún los sacrificios que el Señor iba a pedirle a favor de tan sublime causa. Chile: las últimas pruebas de un obispo misionero Vuelto a España, Oré publicó un libro más: Corona de la Sa– cratísima Virgen María. En 1619. Al año siguiente, el 17 de agosto de 1620, fue presentado por el rey para obispo de La Imperial- 384

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